La exministra de Ambiente Cecilia Rodríguez responde el editorial de El Espectador “Magia Salvaje” y educación ambiental, del pasado domingo 20 de septiembre.
Por Cecilia Rodríguez González-Rubio
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Muy importantes sus llamados a un programa completo de educación ambiental, a incluir el resto de territorios en el documental, así como a los asentamientos humanos como parte de esa Colombia que debemos aprender a admirar y respetar.
Sin embargo, el documental logra confundir aun más a los ciudadanos sobre las causas de la contaminación y sobre sus responsables. Este aporta a la desesperanza en lugar de convocar a la acción ciudadana y de las instituciones.
Este no es un antieditorial, pero sí un mensaje que agrega al suyo sobre las falencias del documental, con mi manifestación de admiración por el trabajo de El Espectador en materia de información ambiental.
Colombia es un país de ríos sucios porque los alcaldes han omitido su responsabilidad con la calidad en que se vierten sus inmensos alcantarillados a los ríos. Las CAR no les han impuesto las medidas que corresponden ni han concurrido eficazmente con inversiones. La Comisión de Regulación tampoco ha actuado para que esto sea viable, parece capturada por la visión cortoplacista e individualista de algunos prestadores del servicio que han logrado influir.
Igual ocurre con el aseo. Por el mismo fenómeno no se ha adoptado un vigoroso reciclaje en nuestro país. Los ciudadanos no somos bobos, nos damos cuenta de que separamos nuestra basura en casa, y en muchas oportunidades termina mezclada en el camión recolector. Tampoco han actuado frente a la minería ilegal, criminal ni a la legal abusiva. De sus funciones la que menos ejercen es la de autoridad. Las redes de alcantarillados de todas las ciudades y nuestro recurso hídrico se ven afectados porque muchas empresas aprovechan esta falta de vigilancia y vierten al alcantarillado los desechos líquidos —y hasta sólidos— de sus procesos. Son miles de pequeños restaurantes, lavanderías, cambiaderos de aceite de vehículos, etc.
El documental cae en el facilismo de no mostrarle caminos a los ciudadanos y de solo responsabilizar a la agricultura y a la industria. Así todos los demás actores relevantes, públicos y privados, podrán seguir “pasando de agache”.
Nunca hubiéramos esperado que el documental se dedicara a hacer una lista de culpables. Pero si no quería hacer “buenismo” y había decidido enviar un mensaje que convocara en torno de la protección de los recursos naturales, debió construir e hilar el mensaje con rigor y sutileza para no caer en lo que logra de manera magistral. Desvía la atención de quienes tienen en sus manos soluciones a muchos problemas ambientales, agrega desesperanza y confunde, con lo que pone una zancadilla a la convocatoria a la acción.
El más bello e impresionante documental hecho sobre Colombia, que mantiene al espectador al borde de lágrimas llenas de orgullo, listo para actuar... sirvió un postre con veneno.