Miércoles, 23 Abril 2025

Texto: Daniel Octavio Mendivelso Rodríguez 

Cerca de dos billones de lámparas fluorescentes compactas son producidas cada año en el mundo. Sin embargo, una vez finaliza su ciclo productivo, solo el cinco por ciento son llevadas a centros de acopio autorizados para darles un tratamiento adecuado, las demás van a parar a rellenos sanitarios, produciendo graves daños al planeta.

Desde que ingresaron los focos ahorradores al país, hace poco más de diez años, la disminución en el consumo energético ha sido evidente. Las empresas reportan una baja significativa en sus facturas, e incluso, las fuentes hidroeléctricas registran apropiados volúmenes de agua para cada una de las regiones. Sin embargo, los procesos de reciclaje, una vez termina su vida útil, no son los más adecuados y sus consecuencias inciden de manera directa tanto en el medio ambiente como en la salud de los colombianos.

Lámparas fluorescentes vs. bombillos incandescentes

Si se comparan las cualidades de una lámpara incandescente y una fluorescente, las primeras presentan mayor dificultad en cuanto a uso, ahorro de energía e impactos en ecosistemas. Además deben ser cambiadas con frecuencia, lo que significa más inversión a corto plazo.

Según Jesús María Quintero, director del Laboratorio de Ensayos Eléctricos Industriales (Labe) “el concepto de eficiencia está dado por la luz y el calor que emite la bombilla. En una incandescente, el 80 por ciento de la energía se va en calor y el 20 se convierte en luz, en las fluorescentes lo que se va en luz es más del 40 por ciento y apenas una mínima parte en calor”.

Para los expertos, el consumo de energía de las lámparas ahorradoras es cuatro veces menor que las incandescentes y pueden durar hasta diez veces más en su ciclo normal. Así mismo, la emisión de dióxido de carbono, gas productor del calentamiento global, de un foco común es cinco veces más alta que la que produce una bombilla fluorescente compacta.

Peligro al acecho
El descuido y la falta de conocimiento frente al tratamiento que se les debe dar a los bombillos, una vez terminada su vida útil, representa un peligro inminente para el medio ambiente. “Las lámparas fluorescentes contienen de 3 a 5 miligramos de mercurio, que al multiplicarlos por millones de bombillas, representan una gran amenaza para la salud”, explica Jesús Quintero, profesor e investigador de la Universidad Nacional. Se estima que al romperse una bombilla, el 25 por ciento de su contenido es emitido al aire, lo que se traduce en 0,229 toneladas por año.

El mercurio, principal componente de las lámparas ahorradoras, es un metal altamente tóxico que trae graves consecuencias como daños severos en los riñones, inflamación de los pulmones, traumas cerebrales, gastroenteritis, neumonía y afecciones en el sistema nervioso central. “Cuando se quiebra una bombilla, el gas queda presente en el ambiente, el contacto directo de la piel con el metal produce graves irritaciones, disminución de la visión, pérdida de la memoria, alteraciones del sistema reproductivo y problemas disfuncionales de aprendizaje”, señala el profesor Quintero.

Daños en la naturaleza 
El mercurio se obtiene de diversas fuentes como la minería, gas natural, reciclaje de productos usados, centrales termoeléctricas, fundición de metales, producción de papel, uso de combustibles fósiles, entre otras. Así mismo, eventos naturales como la erosión y las erupciones volcánicas son otras de las principales causas de la emisión del pesado metal a la atmósfera.

Así, impactos severos como desertificación del suelo, contaminación del aire, sedimentación en fuentes hidrográficas, pérdida de flora y fauna y erosividad son algunas de las consecuencias cuando el mercurio actúa directamente sobre los ecosistemas, de ahí la importancia de prevenir y mitigar sus efectos para minimizar riesgos en la salud y el medio ambiente.

Papel de la ciudadanía 
Según cifras del Programa Lúmina Colombia, tan solo en esa empresa, en lo que va corrido del año, se han acopiado 535 toneladas de lámparas fluorescentes, lo cual equivale a unos cuatro millones de bombillas. No obstante, es apenas un mínimo porcentaje de residuos destinados a procesos de reutilización, las demás están ahora en los botaderos de basura municipales.

Para prevenir consecuencias, el Gobierno Nacional y las empresas líderes en posconsumo recomiendan a los usuarios, a la hora de reciclar focos fluorescentes, dirigirse a centros comerciales, almacenes de cadena, edificios empresariales y entidades ambientales, puesto que son sitios escogidos por programas especializados para ubicar grandes contenedores de materiales altamente contaminantes, al servicio de la comunidad.

En caso de ruptura, sencillas acciones como salir del lugar por un espacio de 15 a 20 minutos, utilizar guantes, cubrir boca y nariz, recoger los fragmentos grandes y pequeños con un cartón, limpiar la zona con un paño húmedo y llevar la caja a los centros de acopio más cercanos le ayudarán a tener el control y evitar cualquier tipo de daños por el contacto directo con mercurio. Así mismo, cuando culmine el ciclo útil de la lámpara, es debido retirarla cuidadosamente, lavarse las manos y guardarla en su caja original o en una bolsa plástica.

Todas estas son labores que se verán reflejadas en el bienestar de las personas y de los recursos naturales del país, para que uno de los logros científicos de la humanidad no se convierta en un potencial “enemigo silencioso”.
 

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