Los desgastados colmillos de Tana agarran el feto sin vida de un ternero que cayó en su patio. Los otros diez kilos de carne que consumirá durante el día están fuera de su jaula, sobre una carretilla. Por el alimento no se preocupa.
Ella es una hembra de jaguar que lleva 13 años viviendo en el Centro de Atención a Fauna Silvestre de Santa Marta, bajo la custodia de un grupo de veterinarios que saben que nunca podrán liberarla.
La condena de Tana es ser hija de un incesto. Su fortuna es que el cautiverio la ha llevado a superar el promedio de vida de uno de su especie en el medio silvestre. “Ella tiene un problema genético, pues es hija de dos hermanos. Cuando la recibimos llegó con un hermano, el cual murió por una malformación genética. Si la liberamos a ella, puede contaminar el entorno”, cuenta Walberto Naranjo, director de este Centro.
El animal tiene 13 años, los mismos que completa en cautiverio. / Foto: Catorce6
Naranjo explica que Tana nunca ha mostrado problemas de salud asociados a daños genéticos, sin embargo, prefieren “prevenir” afectaciones al entorno, siendo que este animal se encuentra en vía de extinción.
Esta hembra merodea día y noche dentro de la jaula en la que vive, de unos 15 metros por 8. Nació en cautiverio y así mismo morirá. “Esos son los daños que la gente le hace a la naturaleza al tener a este tipo de animales en casa. Tenían a los papás de Tana en cautiverio, permitieron que se aparearan y esta son las consecuencias”, comenta el hombre, quien señala que esta felina es la residente más antigua del lugar que debería ser sólo un sitio de recuperación para posterior liberación.