Miércoles, 23 Abril 2025

Colombia y Venezuela están separadas por una frontera de 2.260 kilómetros en la que se extienden vastas llanuras, bosques, ríos, desiertos y otros escenarios que permiten la permanencia de especies en vía de extinción, como el oso de anteojos, y de fuentes importantes de agua y alimento para las comunidades de la región. Estos paisajes binacionales tienen en común aspectos sociales y hasta políticos que definen varias de sus características ambientales.

• Hogar de comunidades indígenas. Los Bari, Yukpa y Añú son algunas de las culturas ancestrales que habitan en esta frontera. Gracias a ellos, las autoridades ambientales de ambos países han aprendido de sus prácticas, como el descanso de la tierra, la noción de ella como un bien sagrado y la observación de la naturaleza. Esto último, por ejemplo, ha sido útil para identificar nuevas especies. Con ellos también se han definido zonas de aprovechamiento y de protección para asegurar sus recursos. Tan sólo en el Parque Nacional Natural Catatumbo Barí habitan unas 3.500 personas pertenecientes a 23 comunidades indígenas.

• Viabilidad ecológica. La conectividad entre los dos países permite la subsistencia de especies de fauna y flora por el hecho de ser ecosistemas completos y complejos.

• Extracción indiscriminada de recursos naturales. La caza, pesca y tala excesivas han sido motivos de conflicto por el uso de recursos naturales, además de la devastación ambiental propia de estas actividades. Esta situación es un llamado de atención para que las autoridades definan áreas de aprovechamiento y áreas protegidas y limiten el tiempo en el que los habitantes pueden salir a buscar sus alimentos.

• Cultivos ilícitos. Las zonas en las que se han detectado siembras de coca no sólo deben enfrentar problemas sociales, sino también ambientales. Los laboratorios de procesamiento de coca dejan residuos contaminantes que terminan en los afluentes de los ríos. Este caso se presenta, por ejemplo, en los causes del río Catatumbo.

• Ampliación de la frontera agrícola. Algunas zonas del Catatumbo y la Orinoquía han llamado la atención de empresarios y multinacionales para introducir la ganadería extensiva y el cultivo de palma africana. Si bien implica la tala de árboles y otras consecuencias para la naturaleza, podrían ser viables si hay una asesoría de profesionales en medio ambiente.

• Megaproyectos de hidrocarburos. Oro, carbón, diamante y coltán son algunos minerales que podrían encontrarse en esta frontera. Ya se han presentado solicitudes de títulos para la extracción. El Ministerio de Minas y Energía ha prometido realizar las asignaciones rigurosamente y teniendo en cuenta al medio ambiente a través de la nueva Agencia Nacional Minera.

• Desconocimiento generalizado sobre los ecosistemas de la región. Aún falta sensibilizar más a las comunidades acerca de la importancia de estas regiones para el medio ambiente.

• Desarticulación. Hay debilidades en la organización de procesos de planeación internacional, regional y local.

LA IMPORTANCIA DE VOLVER A ‘ESTRECHAR LAS MANOS’

En julio de 2010 el presidente Hugo Chávez rompió relaciones diplomáticas con Colombia, un hecho con consecuencias ambientales. Desde entonces no se han podido retomar reuniones oficiales para discutir sobre el medio ambiente. Son casi dos años en los que la COPIAF (Comisión Presidencial de Integración y Asuntos Fronterizos) no ha sido citada para hablar, por ejemplo, de las cuencas de los ríos binacionales, según Fabio Villamizar, Director Territorial Andes Orientales de Parques Nacionales. Aún después de retomadas las relaciones diplomáticas queda la duda de por qué no se han reactivado las relaciones ambientales. Caso contrario, a lo que sucede a nivel local. Los Parques Nacionales Naturales ubicados en la frontera siguen reuniendo representantes de ambos países para analizar las amenazas ambientales de la zona y de sus especies, entre otros asuntos técnicos. Las organizaciones académicas y ambientales también tienen agendas comunes en la protección del medio ambiente. Un caso exitoso de ello es “Portafolio Orinoco”, en el cual se definieron las áreas sensibles de conservación. Este proyecto comenzó en 2005, bajo la iniciativa de WWF (World Wildlife Fund) a la que se unieron cerca de 150 investigadores de ambos países para el análisis de los recursos en los ecosistemas de la Cuenca del Orinoco y buscar mecanismos de protección. En reuniones binacionales en los últimos cuatro años se logró la identificación de las 21 áreas más sensibles de esta cuenca, para lo cual se basaron en la búsqueda de especies amenazadas y en estado de conservación. Otro de los avances fue el aumento (a unas 60 mil hectáreas) del número de reservas privadas para conservación.De acuerdo con Fernando Trujillo González, Director Científico de la Fundación Omacha, una de las organizaciones partícipes de “Portafolio Orinoco”, gracias a este trabajo el Complejo de Humedales de la Estrella Fluvial de Inírida será declarado este año área de conservación categoría Ramsar, es decir, estará en una lista de humedales de importancia internacional. Esto facilitará la conservación de este lugar mediante acciones locales, nacionales y con la cooperación de otros países. Asimismo, se realizó el Plan de Acción para la conservación de los Delfines de Río en Sudamérica 2010-2020. Las expediciones en el Río Meta y Orinoco fueron realizadas, en buena parte, por la Fundación Omacha y la Fundación La Salle de Venezuela. El Orinoco es un corredor importante de múltiples especies, como jaguares, monos y osos hormigueros. Tiene ecosistemas de sabanas inundables y de altillanura. Por sus ríos navegan delfines y manatíes. En sus entrañas se encuentra el Parque Nacional Natural El Tuparro, la única área protegida que representa a los Llanos Orientales. De acuerdo con Trujillo, el programa de altillanura en el Vichada afectaría a cerca de 6,3 millones de hectáreas que pasarían a ser cultivos para alimentación y biocombustibles. Trujillo piensa que este proceso es inevitable y que lo mejor es darse la mano con las empresas y el gobierno: “las multinacionales no van a comprar algo que salga de un desastre ecológico en Colombia. Proponemos tener un buen manejo ambiental para ser competitivo en el mercado mundial”. Los hechos demuestran que se necesita un trabajo en equipo entre Colombia y Venezuela, articulado con las iniciativas académicas y locales, para avanzar en materia de turismo sostenible, investigación, protección, capacitación, información e intercambios técnicos y científicos para la planificación y desarrollo. Tener criterios y estrategias comunes no sólo le hará un favor al planeta, sino que estrechará los vínculos bilaterales.

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