Texto y fotos: Andrés Henao Álvarez
Con mimos, Lucía Monroy ha entrado en confianza con un zorro adulto de una familia integrada por otros cuatro omnívoros que no bajan la guardia de su sigilo instintivo. “Ellos llegan porque les hemos devuelto su propio espacio y uno va entendiendo su naturaleza. Yo por ejemplo sé que a él le encanta el plátano”, dice mientras sostiene la puerta entreabierta del patio para hablarle al ‘muchacho’ como llama cariñosamente a su animal preferido.
Él es quien más aparece. No obstante, al más brusco movimiento, el astuto huye. En los primeros meses del año, las hendijas de la tierra erosionada de los Llanos Orientales han empezado a llenarse con las primeras gotas de agua, tras cinco meses de sequía. El Niño que hizo travesuras en otras temporadas esta vez apenas gateó. También ha ido ahogándose con la humedad el fuego que prenden los grandes hatos para quemar la vegetación de la sabana en su búsqueda por nutrir brotes verdes para su ganado.
Nadie es tan dichoso con la entrada del invierno como ‘Lucy’, la campesina “apagafuegos” dedicada a los asuntos varios de la reserva Mururito. Ella recuerda que hace dos años tuvo que empuñar el azadón para extinguir las llamas que se colaron allí y alcanzaron a quemar la vegetación refugiada.
Familias enteras de mamíferos sedientos también han ido llegando a Mururito, un “hotel” animal que comprende 2 mil hectáreas donde no se quema el verdor desde hace 7 años. Es la puerta terrenal de la protección al interior de Puerto Gaitán.
‘Muchacho’ es un zorro
perruno (Cerdocyon thous),
una de las especies que
ha ido aumentando su
población gracias a la
conservación en Mururito.
La idea de conservación en esta parcela de los Llanos ha prosperado. El pasto ya llega hasta las rodillas y ha dejado descubrir entre muchos animales a la familia de los zorros perrunos que deambulan por las inmediaciones de la casa. Estos “ronderos” poco selectivos a la hora de comer han ido multiplicando su población.
Hay 32 grados secos al sol pleno y la llovizna pertinaz inicia la férrea tarea de llenar esteros desabastecidos y dar respiro a los bosques de galería y morichales, hospedaje del 40 por ciento de las aves de Colombia. Cercados por el suelo en llamas y el humo que sofoca el aire, los pájaros de la Orinoquía vuelan de huida, pero se mantienen unidos en su radar natural al seguir el rastro de los cantos correspondidos por sus parejas fieles a la monogamia.
La vida que se visita
Parte del misterio de la vida animal nocturna ha sido revelada a través de siete cámaras trampa instaladas a lo largo de corredores de vegetación arbórea entre fragmentos de selvas y bosques que han mejorado el espacio y la movilidad de la fauna. Al detectar el más mínimo movimiento, estas capturan sus hábitos.
Así han quedado registrados felinos como el ocelote, el puma y el yaguarundí, además de hechos curiosos como la “ducha” compartida de dantas, osos hormigueros y armadillos gigantes que hacen fila para refrescarse en una alberca natural.
Los visitantes tienen una clase obligada de hábitos de vida de las especies, su importancia en el ecosistema y la inmediata necesidad de conservarlos vivos.
Lo que no se puede ver de noche se aprecia de madrugada. Al oscuro parten las cabalgatas comandadas por los jinetes llaneros que no sueltan el tabaco de su boca ni siquiera en medio del coleo de exhibición. En el recorrido se va maquillando el cielo, un sol cálido empieza a revelar la vida de los más vivos, como las babillas, que de mañana se asolean a boca abierta y en el agua dejan asomados sus ojos inmutables a la espera de una presa.
El bienparado (Lyctibius griseus),
también llamado pájaro fantasma
y pájaro estaca, es un ave
insectívora nocturna que en el
día se dedica a la quietud.
Su polluelo, único hijo por
puesta, sigue el ejemplo
de su madre, toda una
maestra de la paciencia.
/ Foto: Daisy Tarrier
¿CÓMO LLEGAR?
Desde Bogotá hacia Puerto Gaitán salen buses cada hora. El recorrido dura 8 horas. Desde Puerto Gaitán, en camioneta (máx. 4 personas), 1h30 cada trayecto.
En mototaxi (máx. 2 personas), 2h30 mínimo cada trayecto. La entrada por el río Manacacías es un recorrido de dos horas.
SE PUEDE OBSERVAR
La garza silbadora (Syrigma sibilatrix), el coclí (Theristicus caudatus), el águila roja o sabanera (Heterospizias meridionalis), el güereré o alcaraván grande (Burhinus bistriatus), el oso palmero u hormiguero gigante (Myrmecophaga tridactyla), el armadillo gigante (Priodontes maximus), la danta o tapir (Tapirus terrestris), el puma o león (Puma concolor), el ocelote o canaguaro (Leopardus pardalis), el chigüiro (Hydrochaeris hydrochaeris), el ulamá o tayra (Eira barbara) y la comadreja (Mustela frenata).
La sabana de los Llanos Orientales de Colombia comprende un área de 17 millones de hectáreas. De camino a Mururito se bordean
límites con el río Manacacías, que no ha perdido su imponencia a pesar de las sequías.