De cómo el manejo no seguro del asbesto de hace décadas tiene condenado penalmente en Italia al expresidente de la Junta Directiva de Eternit. En Colombia, Luis Alfonso Mayorga es otro rostro de esta tragedia. “Es un material peligroso, pero hoy lo tenemos controlado”, dice Ascolfibras. Reportaje
Aunque no se conocen y los separen miles de kilómetros, el millonario Stephan Schmidheiny, condenado a 18 años de prisión en Italia, tiene una estrecha relación con el bogotano Luis Alfonso Mayorga, quien se bate entre la vida y la muerte en su casa en Puente Aranda, en el suroccidente de Bogotá.
De víctima y victimario, podría decirse. El primero, de 65 años y uno de los principales socios de la multinacional Eternit y presidente de su Junta Directiva, acaba de ser hallado culpable de negligencia y de la consecuente muerte de unos 3000 trabajadores relacionadas con el asbesto, un material industrial usado en la fabricación de las tejas de miles de millones de millones de casas, tuberías y tanques en el mundo.
El elemento, también conocido como amianto, está compuesto por un grupo de minerales de cristales fibrosos usados también en la industria de cementos, plásticos, frenos de carro, cañerías de vapor, conductos para hornos y pinturas con textura, entre otras aplicaciones industriales.
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la fibra, que queda suspendida en el aire con facilidad, les causa la muerte a unas 107.000 personas que la inhalan cada año, ya sea en medio de actividades laborales o por accidente, como ocurre decenas de veces en el mundo cuando hay demoliciones, por ejemplo. El Tribunal de Turín (Italia), basado en los aportes de la Fiscalía de ese país, estableció que Schmidheiny no instó deliberadamente medidas para proteger la salud de los trabajadores. Hoy, Eternit enfrenta procesos legales interpuestos por exempleados y residentes de cuatro localidades que buscan unas 6000 indemnizaciones.
Básicamente, estas fibras pertenecen a dos grupos de mineral conocido como serpentina y anfibolitas. Las serpentinas solo contienen una variedad de asbestiform, como el crisólito, y los anfibolitas contienen cinco variedades de asbestiform: antofilita, grunerite, riebeckite, tremolita y actinolita.
En Colombia, su uso es regulado, seguro y no genera muertes, según dice enfático Jorge Hernán Estrada, presidente de la Asociación Colombiana de Fibras (Ascolfibras). “Hay que reconocer que muchas de las materias primas que manejamos son peligrosas y por eso Ascolfibras promueve el intercambio de experiencias para el manejo seguro”.
Y agrega: “Todo el mundo está expuesto a sustancias o alimentos cancerígenos como el alcohol y el café, pero está demostrado que el uso controlado y regulado del crisotilo (el tipo de fibra que se usa en Colombia) como materia prima no genera ningún tipo de riesgo desde el punto de vista de quienes trabajan con el material, ni del punto de vista de salud pública. La campaña que busca la prohibición del asbesto hace parte de conflictos de intereses económicos y comerciales”.
La tesis es la misma de Libardo Sandoval, líder sindical de EternitColombia. “No ocultamos que en el pasado hubo malas maneras de trabajo por el desconocimiento de la sustancia. La compañía hizo estudios y cambios en los montajes para evitar el contacto directo con la materia prima”, advierte. “Desde 1982 usamos el asbesto blanco y no se ha reportado gente enferma”, remata.
Como sea, en el mundo hay 57 países que han prohibido ese material (Perú fue el más reciente) y si en Colombia hay uso seguro, como advierten esos dos expertos, las dudas vienen por parte de la regulación.
Marcela Bonilla Madriñan, directora de Asuntos Ambientales, Sectorial y Urbana del Ministerio de Ambiente y Desarrollo sostenible, afirmó que mediante el Decreto 4741 del 2005, el Ministerio estableció que los desechos de amianto (polvo y fibras) son residuos peligrosos, y que aunque se manipulen frecuentemente en todo el territorio nacional, no hay un control estricto.
“Existe una alta peligrosidad de los residuos de los materiales que contienen amianto, como tejas de asbestocemento y pastillas de frenos dependiendo del estado del material y de su manejo. Sin embargo, hasta que el país no cuente con las herramientas que permitan garantizar el adecuado manejo, los residuos de estos materiales, deberán ser manejados como residuos potencialmente peligrosos”, recalco Bonilla Madriñan.
Así mismo, enfatizó que en este momento el Ministerio ha considerado la necesidad de establecer lineamientos técnicos sobre la gestión ambiental de los residuos de asbesto y los productos que lo contengan mediante un documento técnico de apoyo que se ha propuesto elaborar a mediano plazo.
El drama de las malas prácticas
Desde hace once meses y dos cirugías de pulmón, Luis Alfonso Mayorga padece Mesothelioma epitelioide, un tipo de cáncer que convierte a este ingeniero de 44 años en otra de las miles de víctimas del material industrial, mortal y silencioso: el asbesto.
Él habla sentado en la cama y rodeado de su familia. Con dificultad, y sin rastros de rencor en su voz, cuenta que su batalla contra la muerte es la misma que libró —y que perdió— su padre hace 20 años.
Luis Alfonso es ingeniero de sistemas y no trabajó nunca en Eternit, pero su papá sí. “Mi papá trabajó como operario 12 años en Eternit y se murió de cáncer a los 60 años. El asbesto lo mató”, relata recio. Luego, en voz baja, uno de los hijos de Luis cuenta que el diagnóstico de ambos es similar: cáncer ocasionado por la manipular y respirar la fibra.
“Mi padre llevaba los uniformes a casa para lavarlos. Recuerdo que estaban llenos de estas fibras. Durante más de diez años nosotros tuvimos contacto con eso. Se adhería a la ropa y lo inhalábamos constantemente de manera inconsciente”, relata Luis Alfonso.
Luego, con amargura, habla de que nadie respondió por la enfermedad de su papá. Y que tampoco nadie responde por la suya. Ni por las víctimas en Colombia, cuya cifra no está contemplada en ninguna parte.
Varios de los sindicatos y organizaciones opositoras al asbesto esgrimen que la estrategia de quienes se benefician de la rentabilidad de esta materia es la misma de la industria del cigarrillo:
generar dudas, esquivar litigios y dilatar procesos que pretenden regular o, prohibir el amianto.
Darío Isaza Londoño, director del Departamento de Neumología de la Clínica Soja de Medellín, y una de las personas que más ha trabajado el tema, le explicó aCatorce6 lo que la fibra hace en el cuerpo.
“El asbesto es un silicato de magnesio hidratado, que tiene un diámetro pequeño. Una vez entra al sistema respiratorio, es capaz de introducirse en los tejidos y llegar hasta la pleura (la capa que cubre los pulmones), haciendo que esta se inflame y cambie la composición genética de las células. Las vuelve malignas. Y termina causando el mesothelioma”, dice.
Y si bien el material mal usado es una maldición para la salud humana, es todo lo contrario en la industria: actúa como un excelente refuerzo para el cemento, a menudo para los tejados y revestimientos, es ideal en la absorción de ruidos y tiene una alta resistencia al calor.
Según Estrada, de Ascolfibras, en Colombia hay más de 300 millones de metros cuadrados de cubiertas instaladas que contienen crisótilo, pero según él una cosa es coger la fibra en su estado natural y exponerse, y otra es que sea utilizado como materia prima.
De la misma manera y según datos oficiales, el país importa asbesto de Rusia, China, Brasil y Canadá reportándose estos dos últimos como los principales proveedores, con alrededor 20.000 toneladas al año, cifra que ha venido decreciendo debido al cierre de minas en Canadá y la mina de Pernambuco en Brasil.
Normatividad en Colombia
El Ministerio de Trabajo creó la Comisión Nacional de Salud Ocupacional del sector Asbesto mediante la Resolución 935 de 2001, modificada por la Resolución 1458 de 2008, cuyo objetivo principal estriba en el mantenimiento de políticas de uso seguro del asbesto. Para conocer en qué estado están actualmente estas políticas, Catorce6 trató de establecer contacto con su director y encargado, Miguel Morantes, sin obtener respuesta.
Por otro lado, y como parte de los compromisos internacionales, mediante la Ley 253 de 1996, el país adoptó el convenio de Basilea, el cual establece obligaciones sobre el control del movimiento transfronterizo de desechos peligrosos y su eliminación, incluidos los residuos con contenido de amianto.
Según la IARL (Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer, por su sigla en inglés), que pertenece a la Organización Mundial de la Salud (OMS), existen cuatro enfermedades directamente relacionadas con la inhalación de fibras de asbestos, incluido el crisótilo: mesothelioma, cáncer de pulmón, asbestosis y enfermedades pleurales.