¿De dónde vienen las especies que se ven en los acuarios? Lo investigamos y fuimos más allá. La historia detrás de los acuarios, como nadie se la había contado.
En algún lugar de Singapur, Malasia, Japón y Filipinas, un pez colombiano llamado Óscar fue modificado genéticamente para que tuviera colores más llamativos. Ahora, los gigantes asiáticos del mercado de peces ornamentales, cuyos centros de producción superan entre todos los mil millones de unidades, nos lo están vendiendo de vuelta. Y no es la primera vez, ni la primera especie.
¿Qué pasó en el camino? Para saberlo, hay que contar la historia desde el inicio.
Esta historia comienza a primera hora de la mañana, cuando salen de Inírida los pescadores de especies vivas en sus canoas a motor. Surcan el río Inírida, recorren los tres caños más cercanos, llegan al río Guaviare y encuentran el gran caudal del Orinoco, que los une 267 kilómetros más arriba con Puerto Carreño. En la capital del departamento del Guainía, en principio, no hay nada más que los ríos para sobrevivir. Y en el río están los peces.
En Inírida estos seres son sinónimo de riqueza relativa. Aunque la pobreza predomine en la región, entre 1995 y 2005 la exportación de peces generó ingresos en el país por 49,2 millones de dólares, de los cuales el 88 por ciento provenía de especies extraídas de la Orinoquía y, en especial, de Inírida. En los años setenta, Colombia fue el tercer país exportador de peces ornamentales del planeta. Hoy, las exportaciones de la industria de peces ornamentales alcanza los US$300 millones al año, y el negocio genera más de US$1.000 millones. Se explotan 4.000 especies de agua dulce, lo que significa casi el 96 por ciento del total que circula en los acuarios. La mayoría nace y se maneja en instalaciones comerciales de Vietnam, Filipinas, Malasia o Singapur, entre otros. Pero Colombia es valiosa: es uno de los pocos países que aún sigue capturando las 21 millones de especies que exporta anualmente… al natural.
La pesca milagrosa
Como en Inírida. Allí, a causa de la lejanía los pescadores capturan todo lo que puedan sin supervisión estatal en muchos de los casos. Para atrapar especies en cantidad, buscan en los remansos de los ríos y emplean nasas para obtener las más de 300 variedades que hacen de esta región, compartida con Venezuela, una de las más apetecidas del mundo en peces ornamentales.
En casos extremos hacen uso de explosivos para aturdirlos. Tóxicos vegetales como la rotenona amazónica, que envenena a las especies y no tiene efecto en los humanos, se usa solo para peces de consumo. A los más bellos y exuberantes ejemplares los transportan en recipientes y botellas plásticas hasta la capital del Guainía. Algunos como la arawana azul, en peligro de extinción y vedada para la pesca pero comercializada por el mercado ilegal a US$40 la unidad, es buscada con voracidad y vendida ilegalmente a través de la frontera. Cada año el negocio genera US$8 millones en el país, aunque el pescador gana, por unidad, apenas entre 1.800 y 2.000 pesos.
Las consecuencias de la pesca natural de estas especies ya se ven; o no se ven, para ser más precisos: la presión ejercida durante casi cincuenta años de pesca ornamental está teniendo un fuerte impacto en algunas de sus poblaciones. El Instituto Colombiano de Desarrollo Rural –Incoder– cerró indefinidamente la pesca de la arawana azul por la grave disminución de la población.
Por su parte, la arawana plateada, vista como símbolo de abundancia en Japón, ha visto reducida su población en el país por el método que se emplea para su pesca: se asesina al macho, que cuida a sus cerca de cien crías en la boca para protegerlas, y se les saca las crías para venta ornamental. Las cuencas también se dañan: para sacarlos de sus escondites se rompen las piedras en las que se ocultan.
El Estado ha tomado algunas medidas de protección, como la Resolución 3532, que reglamenta el mercado de los peces ornamentales. En la norma existe la consideración de que las especies que son de consumo no se pueden comercializar como ornamentales, a menos que sean reproducidas en cautiverio. Claudia Liliana Sánchez, de la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca (Aunap), señala que existen periodos de veda que protegen a los peces en sus periodos reproductivos y una capacitación diseñada para que los pescadores opten por las buenas prácticas con el ánimo de frenar la voracidad de captura.
Del centro de acopio primario en Inírida, los peces como Óscar pasan a grandes bodegas de almacenamiento en Villavicencio o se envían por aviones de carga de Satena a Bogotá, donde son almacenados en bodegas en condiciones registradas ante la autoridad pesquera. Los que son transportados por tierra no tienen mayor lío: la policía de carreteras exige documentos a los comerciantes para comprobar si están en regla, pero no identifican las especies.
No muchos llegan: una gran parte no estipulada de los peces que provienen del Orinoco (además de ellos, un 10 por ciento proviene de Leticia, y un 2 por ciento de Magdalena y Cauca) muere en ese proceso largo, que implica cambios de clima y manipulación permanente. De los 100 millones de peces de 400 especies que se exportan anualmente desde Sudamérica, la cifra que nadie sabe calcular bien es la de la mortandad de las poblaciones transportadas. Acolpeces en Colombia, a través de su presidente, Jaime Iván González, asegura que la cifra no supera el 2 por ciento.
El Ministerio de Agricultura, para controlar sus poblaciones, decidió emitir en 2011 una resolución que obliga a cumplir las cuotas globales de pesca. Allí se especifica, por ejemplo, que anualmente solo se pueden exportar 23.000 rayas, 625.000 arawanas plateadas (en 1999 se exportaron 1.150.000 ejemplares, una cifra alarmante), 180.000 cuchas reales, 33.000 cuchillos, 3.000 cuchillos osa y 26.000 tigritos, entre muchas otras. El global de peces ornamentales que se puede extraer del país de 21.124.000 ejemplares. La Aunap supervisa que esa cantidad se cumpla.
Finalmente, las 403 especies de peces aprovechables comercialmente en Colombia son empacadas en bolsas plásticas con oxígeno, metidas dentro de cajas isotérmicas y despachadas a Estados Unidos (38%), Japón (30%) y Alemania (24%). La operación se repite en Puerto Carreño, Puerto Gaitán, Puerto López, Puerto Leguízamo, Leticia y algunas poblaciones como Araracuara, La Pedrera o Mitú. Se expiden los permisos y certificados, se pasa la lista a la Aunap de los peces que saldrán, se le avisa al ICA y la Policía da una última revisión. En el aeropuerto también se hace necesario que la autoridad pesquera incremente sus controles y vigilancia.
Fuga de ADN
Cuando los peces llegan al exterior, ya no van directamente a acuarios familiares. Buena parte llega a centros de acopio en el sudeste asiático. El pez Óscar es uno de ellos. Este animal, originario del Orinoco, primero fue introducido a Berlín (Alemania), pero cuando pasó a los países asiáticos que dominan el mercado global, se convirtió en un pez más colorido gracias a modificaciones genéticas que lo hicieron más atractivo en el mercado. También allí los discos amazónicos, entre otras especies, han sido manipulados genéticamente para producir ejemplares con colores más vivos.
Especies como las medakas han recibido hongos del tomate y genes humanos para que metabolicen el fósforo, se propaguen más aprisa y sobrevivan mejor a la dieta vegetal. También pasó de ser gris a un atractivo anaranjado. El pez escalar o ángel, natural de nuestro Orinoco, se convirtió en una especie fluorescente.
Esa fuga de material genético se da sin recato y sin que los más de 2.500 pescadores con sus familias, que están dedicados a la pesca ornamental en Colombia, sospechen que su manera de extraer los peces está fortaleciendo a los asiáticos y reduciendo su sustento y el número de pedidos anuales. Pero, ¿por qué siguen importando estos países si ya se hicieron al material genético y hoy en día dominan el mercado global? Porque aunque un país como Malasia exporta 500 millones de peces al año, todavía necesita de ejemplares nativos para conservar el vigor híbrido de la especie. Los compran para mejorar su producción y evitar problemas de consanguinidad y baja variabilidad genética, aseguran expertos del tema como el colombiano Vladimir Puentes, especialista en asuntos marinos con más de 20 años de experiencia. La opción sería comercializar individuos estériles, pero aún no hay consenso al respecto.
“Las exportaciones dañaron el negocio porque no hubo reglas claras en el mercado de animales vivos. En el sudeste asiático aprendieron a tenerlos en cautiverio, a reproducirlos y lograron que se diera la fuga genética de nuestras especies”. El pez Óscar es uno de tantos que países como Singapur exporta ahora a 82 países del mundo con ganancias que superan, en total, los US$100 millones. Su origen colombiano no queda evidenciado en ninguna parte.
Vale recordar que la práctica de la pesca ornamental fue desarrollada por los egipcios, quienes criaron peces en estanques por razones místicas. Los chinos, durante la Dinastía Sung, perfeccionaron el cultivo de dorados y carpas, lo que los convirtió en los primeros en realizar exportaciones a Japón en el año 1.500. Apenas en el siglo XVII la práctica se popularizó en Europa y un siglo después, en América; sin embargo, la exportación se inició masivamente en Asia en la década de 1930. Ahora, la modificación del ADN ha llevado a que países como India o Taiwán se planteen el negocio como una fuente de riqueza nacional.
Pescando a Nemo
“Pero hay más –dice Puentes–: el mercado de peces dulceacuícolas es legal, pero el marino no. Somos de los pocos en el mundo que aún captura peces ornamentales en su medio natural, junto con Brasil, Venezuela, Perú y Ecuador. Pero lo que más nos cuestiona es que el mercado ilegal de peces marinos logre difundirse en Colombia porque hay muchos restaurantes con estas especies en sus acuarios. La mayoría viene del Mar Rojo o de la Gran Barrera de Coral de Australia. Hay un estudio del Minambiente que da luces sobre la posible exportación de nuestros recursos ambientales. Y eso es preocupante: no deberíamos dar el aval para exportarlos, porque al hacerlo se pone en riesgo el bienestar de los arrecifes coralinos y por tanto de los ecosistemas marinos”…
Porque al hacerlo, devastaríamos nuestros océanos. Hoy, entre US$28 y 44 millones de las ganancias netas por peces ornamentales corresponden a peces de origen marino. Una de las controversias que ha generado su comercio es que casi la totalidad es capturada en el medio natural de manera ilegal. ¿La razón? Más de 2 millones de personas en el mundo cuentan con acuarios marinos. Según los investigadores Mary Livengood y Nicholas Chapman, un kilo de peces de arrecife de coral destinados para acuarios puede alcanzar un precio en el mercado de US$500 a US$1.800 dólares. Una gran diferencia, en comparación con un kilo de peces marinos para el consumo humano, que suele estar entre los US$6 y los US$15 dólares en Colombia.
¿Es posible conseguir animales marinos en Colombia? En efecto. Un recorrido por la avenida Caracas de Bogotá nos permitió encontrar poblaciones de camarones y peces payaso, prioritariamente para la venta al público. Y vendedores con bolsas plásticas en mano que recorrían los distintos locales con peces en su interior ofreciéndolos al por mayor. “Para hacer investigación sobre las poblaciones existentes, los permisos son complicados y desestimulan a cualquiera. Pero para exportar peces ornamentales, las facilidades son grandes. No se trata de erradicar el comercio, sino de regularlo. A nosotros nos debe importar de dónde vienen los peces”, remata Puentes.
Algo en lo que está de acuerdo Julián Botero, director de la Aunap, la cual ha logrado ir más allá y viene haciendo esfuerzos para regular y hacer una revisión taxonómica de las especies, y para tomar muestras en los puntos donde se capturan los peces, de tal manera que si el negocio no se puede detener se tenga certeza de que hay una población estable y unos niveles de extracción seguros. “Investigaciones de ese tipo nos permitirán saber qué impacto tiene este tipo de pesca en los ecosistemas y hacer cadenas productivas que le apunten a la sostenibilidad”, afirman.
Una de las investigaciones más importantes en curso tiene que ver con un diagnóstico sobre las especies de peces ornamentales que adelanta el Instituto Alexander von Humboldt, encaminado a la protección de la biodiversidad de las 553 especies detectadas en el país.
Por ahora, peces como el Óscar seguirán saliendo del país y el mundo los verá modificados genéticamente por cuenta del mercado asiático. La próxima vez que usted mire un acuario, piense de dónde vienen esos animales. Y dude. La duda es el mejor recurso para que la silenciosa historia de los peces comience a cambiar.