La capital pasó el fin de semana en alerta amarilla. Cristian Díaz, experto ambiental de la Universidad Edgar Morín de México, dice que el problema es de fondo y cuestiona a la Secretaría de Ambiente.

Este fin de semana Bogotá pasó en alerta amarilla preventiva por contaminación. Con la declaratoria se busca mantener informada a la comunidad sobre las medidas voluntarias que deben adoptarse, mientras se mantengan estas condiciones climatológicas.
“El fenómeno se extenderá durante el fin de semana por lo que se recomienda a la ciudadanía el uso del transporte público en lugar del carro particular o el compartir el automóvil, así como estar muy atentos a cualquier quema a cielo abierto que pudiese desencadenar incendios”, dice la comunicación de la Secretaría de Ambiente.
Catorce6 habló con el experto ambiental de la Universidad Edgar Morín, Cristian Díaz, quien cuestionó esas razones que usa la administración para justificar los problemas de calidad de aire.
“Me preocupa que la Secretaría atribuye el problema a variables meteorológicas -como si la madre naturaleza tuviera la culpa-. Lo más preocupante del asunto es que si analizáramos el problema actual a la luz del Índice de Calidad del Aire Colombiano (ICA) la alerta debería ser Naranja, no amarilla. Esta reducción en la percepción del riesgo que se aplica en Bogotá se debe a que nosotros manejamos un indicador distinto en cuanto a la escala de colores”.
Para Díaz se trata de un problema de fondo mucho más allá que un evento climático o unos incendios en otros sectores del país. “Bogotá presenta un continuo incremento de las fuentes móviles, alcanzando un parque automotor de 2´200.000 millones de vehículos y casi medio millón de motocicletas, que anualmente queman 2,5 millones de toneladas de combustibles fósiles; lo que al final de cuentas determina la liberación de 20 mil toneladas de material particulado, 2.4 millones de toneladas de óxidos de nitrógeno y 120 mil toneladas de hidrocarburos inquemados a la atmósfera, aproximadamente. Los últimos dos contaminantes que promueven la formación de smog fotoquímico (esa mal llamada bruma que se ha formado en Bogotá en los últimos días).
“Al problema de las emisiones de las fuentes móviles, se suma la desenfrenada expansión urbana y la consolidación de una zona metropolitana con el conurbano de Soacha, Funza, Mosquera, Madrid, Cota, Chía y otros cinco municipios de la Sabana, cuyas emisiones también afectan la calidad del aire de Bogotá”.
Según el Distrito, el fenómeno se intensifica en la zona occidental de la ciudad especialmente en las localidades de Suba, Engativá, Fontibón, Bosa, Tunjuelito, Kennedy y Puente Aranda. Como consecuencia del cambio en las condiciones meteorológicas que se reflejan en la variación de temperaturas, el aumento en la humedad, el cambio en el régimen normal de vientos registradas en varias horas del día reduciendo la dispersión de contaminantes.
Díaz concluye advirtiendo que debido a que, según dice, la alerta real es Naranja (no amarilla) “los riesgos a la salud son altos, ya que el aire contaminado es dañino para los grupos sensibles: neonatos, niños, adultos mayores y población asmática. Principalmente porque pueden sufrir infecciones respiratorias agudas, aflorar reacciones alérgicas y en el peor de los casos afecciones cardiacas”.