Miércoles, 23 Abril 2025
​​Por: Andrés Rosales García
 
Durante décadas, los Parques Naturales Nacionales (PNN) han sido el escenario del conflicto armado colombiano. Ahora son los grandes ausentes en las conversaciones de La Habana.
 
El pasado 22 de noviembre ocurrió lo que para muchos no era sino paranoia. En una de sus acciones más osadas, las Farc llegaron hasta el Parque Nacional Natural Gorgona a bordo de lanchas rápidas desde Guapí (Cauca) y arremetieron por primera vez contra una isla en Colombia.
 
Además, de un policía muerto y otros seis gravemente heridos, la incursión espantó el turismo –Aviatur dejó de promocionar ese paraíso natural–, las investigaciones científicas se detuvieron y, lo que quizá sea una de las peores consecuencias, se mandó al traste un modelo económico comunitario que empezaba a dar frutos.

Sí. De la mano de los visitantes –que el año pasado superarían en más de un millar los contados en el 2013–, el ecoturismo había generado empleo en cuanto a servicios de guianza, transporte en lanchas, vigilancia y mantenimiento de la infraestructura turística. 

No es la primera vez que la guerra que se libra en Colombia se muda a un paraíso natural –la Armada contempla instalar una base militar en Gorgona, una idea que hasta hace unos años sonaba descabellada. Los hechos retratan hoy, sin proponérselo, la estrecha relación que durante más de 50 años han tenido los parques nacionales de Colombia con la muerte y desolación producto del conflicto armado. Un espeluznante binomio entre todas las gamas del verde de la naturaleza y todas las del rojo de la sangre.

De hecho, tres de los territorios más trascedentales para la conservación y la biodiversidad del país son también tres hotspots de la vieja guerra que libra Colombia: La Macarena y Las Hermosas son territorio ‘cuna’ de las Farc; el Catatumbo, del Eln, y el nudo de Paramillo, de 
los paramilitares, hoy reconfigurados en otros fenómenos como las Bacrim.

Casos puntuales hay por montón. Íngrid Betancourt y no pocos secuestrados pasaron la mayor parte del tiempo amarrados literalmente a la única serranía del mundo que tiene un río de cinco colores, el parque de La Macarena. Hoy, para más señas, existe en ese parque un museo con las jaulas fabricadas en alambre de púa que se volvieron un triste ícono nacional.

La Sierra Nevada es otro ejemplo. Además de ser un territorio sagrado, declarado reserva de la biosfera por la Unesco, fue tambiénescenario por el que los paramilitares de ‘Jorge 40’ y los guerrilleros de las Farc y del Eln sembraron muerte y terror tratando de quedarse con el control de la zona. En el mundo entero retumbó la historia de ocho extranjeros que fueron se-
cuestrados 101 días cuando intentaban conocer Ciudad Perdida y se encontraron con comandos armados ilegales, que también hacen presencia en el parque El Cocuy (un refugio natural estratégico para quien pretenda llegar al interior del país), el Tayrona (la puerta al Caribe) o el Sumapaz, el patio trasero de Bogotá.

Y aunque hoy se respira cierta calma, las estadísticas demuestran que más que erradicada, la guerra en los santuarios de conservación podría estar adormecida.
 
Los cultivos ilícitos, considerados por años el “combustible” del conflicto colombiano, por ejemplo, no han dado tregua, aún con la aparición de nuevas fuentes de financiación como la minería ilegal, presente ya en cinco parques naturales. En Puinaway (Guainía), por ejemplo, hombres armados se apoderaron de la extracción de coltán y obligan a los indígenas a arrasar con tajadas enteras de montaña.

De acuerdo con Jazmín González, jefe de la Oficina Gestión De acuerdo con Jazmín González, jefe de la Oficina Gestión del Riesgo de la dirección general de PNN, hoy hay cultivos ilícitos en 19 Parques Nacionales y el número de hectáreas cultivadas, que se ha estabilizado en el país, va en aumento en los parques.

“A pesar de todos los esfuerzos de erradicación, los cultivos ilícitos se incrementan año a año”, asegura la funcionaria con las cifras oficiales en la mano. En 2012, el número de cultivos de coca dentro de PNN, según el Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (SIMCI) de la ONU, era de 3.208. En 2013, la cifra pasó a 3.379 y en el 2013, la cifra más reciente que ha producido esa oficina fue de 3.791 hectáreas del cultivo.

La siembra de minas antipersona, quizá el indicativo más infame del conflicto, no describe otra cosa. De acuerdo con la funcionaria de PNN, hay presencia de grupos armados ilegales en 37 áreas protegidas y minas sembradas en 25. A eso se suma que el fenómeno de amenazas de muerte a guarbosques sigue vigente.

No obstante los números, ese triste panorama entre verde y rojo podría estar quedando en el pasado. Aunque no han dejado de ocurrir sucesos que involucran violencia y terror con naturaleza y biodiversidad, la verdad es que algunos parques han registrado un tímido incremento en el número de visitantes.
 
Además, y de acuerdo con registros oficiales, incursiones armadas como esa de Gorgona, han ido a la baja. Eso ha impregnado de optimismo a ciertos operadores ecoturísticos de esos santuarios de biodiversidad, que creen en el principio del fin de la guerra, en parte por los diálogos que sostiene el Gobierno nacional con la cúpula de las Farc en La Habana. Y aunque allá no se ha discutido ni una sola palabra al respecto, el futuro puede ser muy prometedor.

Esa es la tesis de Frederic Massé, doctor en Ciencia Política y Relaciones Internacionales del Instituto de Altos Estudios de América Latina de la Universidad de la Sorbona Nueva (París III), quien justifica que no se haya discutido en La Habana la situación de los parques naturales de Colombia.

“Es que nadie, ni el Gobierno ni los grupos armados ilegales, está en contra de las zonas de conservación ni del sistema de Parques Nacionales Naturales. Los parques no son objeto de negociación. Por lo menos no en La Habana. Otra cosa muy diferente es que, después de na eventual firma de la paz, el país entero debe debatir y apropiarse de esos territorios”, explica el académico.

Y no se equivoca. No todos los males que aquejan el sistema de PNN tienen que ver con conflicto. Actividades como la tala, la ganadería o la minería ilegales son el pan de cada día para cuidaparques y conservacionistas. Tangencialmente, los parques pueden verse beneficiados cuando surjan en Cuba acuerdos en temas macro como lo agrario, o micro como lasllamadas zonas de reserva campesina.

“Puede sonar cínico, pero la guerra ha mantenido a raya feroces depredadores como el t​urismo masivo y descontrolado y ciertos macroproyectos productivos. Y eso hay que aprovecharlo en una eventual situación de paz”, agrega el académico francés.

Eso ya lo han entendido varios entes territoriales. La Gobernación de Antioquia, por ejemplo, trabaja en un ambicioso programa de posconflicto llamado Preparémonos para la Paz, que pone al ecoturismo como uno de sus bastiones. Y Parques Naturales, por su parte, echó a andar un grueso programa de sostenibilidad en sus áreas de influencia que básicamente contempla la alianza con organizaciones comunitarias en donde el 90 por ciento de las ganancias van para la promoción de dichas comunidades. 

“Estamos convencidos de que los parques pueden convertirse en un gran vehículo de paz y de exterminio de la miseria”, concluye Carlos Mario Tamayo, subdirector de Sostenibilidad y Negocios Ambientales de PNN.
 
Gorgona fue declarada Parque Nacional en 1985. Sus 49 mil hectáreas están cubiertas en un 85% por selva tropical espesa. / Foto: Giovanny Pulido
 
 
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