Texto: Blanca Patricia Barrera Silva
Durante décadas fue perseguido por deporte debido a la caza y actualmente es desalojado de sus tierras por la tala ilegal de maderas preciosas. Desde el Caribe hasta Arauca, campesinos salvan de la extinción al felino más grande de América.
En las tierras de San Juan Nepomuceno, en el departamento de Bolívar, apareció en 2005 el primer jaguar en zona urbana del que se tuviera reporte en el país. La alarma de las autoridades fue total: Pasacaballos, el caserío donde se detectó, queda a 20 minutos de Cartagena.
Nadie se explicaba cómo este felino de 150 kilos y 2 metros de largo atravesó el Magdalena Medio y llegó tan arriba del mapa colombiano.
Hoy, Carlos Castaño Uribe, director de la Fundación Herencia Ambiental Caribe, recuerda el episodio y lo explica con claridad: “Hay un gran corredor de movilidad especialmente para los jaguares entre el río Magdalena y el delta del canal del Dique. En estas aguas encuentran gran parte de su dieta, como tortugas, culebras marinas y hasta caimanes”.
Así como hace 50 años, cuando eran cazados para adornar haciendas o vender sus hermosas pieles, el susto en San Juan Nepomuceno llevó a los pobladores a ponerle precio a la cabeza del jaguar, así no hubiera hecho daño.
Sin embargo, la caza por deporte es solo una de las amenazas que enfrenta el felino más grande de América. La ganadería, la minería ilegal y la tala ilegal de madera completan el batallón de depredadores de los que tiene que escapar. Y aunque existen jaguares (Panthera oncha) por casi todo el territorio nacional, solo quedan tres zonas de Colombia donde podría haber números poblacionales mínimos: Paramillo, Catatumbo y en la serranía de San Lucas en el extremo norte de la cordillera Central. “El número poblacional mínimo es una unidad de conservación que, para esta especie, corresponde a un grupo de 50 adultos machos reproductivos junto a sus hembras y sus cachorros. Sería la cantidad suficiente de individuos para que la especie tenga garantizada su existencia por unos 300 años”, explica Esteban Payán, director de la Fundación Panthera, quien lleva más de siete años luchando por la preservación del jaguar.
Vacas por jaguares
En las mismas tierras donde hace nueve años se prendió la alarma por los jaguares se emprenden las iniciativas más fuertes para cuidarlo. Desde 2007, la Fundación Herencia Ambiental Caribe realiza talleres anuales con la población y los cazadores en compañía de expertos sobre conservación de felinos.
De hecho, en Cartagena se realizó la primera reunión para hablar de la necesidad de conservarlo y al menos cinco corporaciones autónomas regionales alinearon sus planes de acción para centrarse en la protección y rehabilitación de ecosistemas, la conformación de áreas protegidas, la lucha contra la desertificación y la educación para la conservación y la sostenibilidad ambiental, puntos neurálgicos para la subsistencia del jaguar.
Hoy, el Caribe es una de las zonas del país más adelantadas en conocimiento e investigación de comunidades de interacción para avanzar en el proceso de conservación. Tan apropiada está la especie por parte de los habitantes que hasta festival tiene, surgió en el marco del Plan de Conservación de Felinos del Caribe Colombiano como estrategia para la promoción del patrimonio cultural de los territorios nativos del jaguar. La fiesta ofrece muestras artísticas y culturales e incluye talleres creativos y ambientales para impulsar la protección del medio ambiente.
El trabajo de Herencia Ambiental Caribe ha permeado al menos unas 700 familias de varios departamentos de la región, pero una de las experiencias más impactantes se desarrolla con tres familias de la Alta Guajira. La fundación y los campesinos compran una vaca a la que le pueden sacar cría y ordeñar (la marcan con una huella de jaguar), y si el jaguar se come una vaca, esta pasa a ser del campesino. Sin embargo, la cantidad de muertes es muy baja, entonces para los finqueros es un buen trato. La estrategia, además, tuvo un plan de enseñanza para cercar fuera del bosque y una posibilidad de tener presas vivas (lapas, picures o venados) cerca a los corrales. Las vacas compradas ya dieron sus primeras crías y así se podrá extender el proyecto con más familias.
Con ayuda de los campesinos, un corredor para la conservación del jaguar
La única manera de mantener vivos a los jaguares en su hábitat es a través de los corredores de conservación biológica, que sirven para conectar los ecosistemas estratégicos donde estos animales viven y cazan.
Un jaguar necesita unos 50 kilómetros de extensión para comer y vivir, junto a una o dos hembras y sus crías. En este espacio no puede habitar ningún otro macho.
La Fundación Panthera lidera en el país el proyecto Corredor Jaguar, reconocido en 2011 por el Gobierno como una valiosa iniciativa para la conservación del agua y los bosques, y cofundó junto a unas 10 instituciones la Alianza por la Conservación del Magdalena Medio, de la que también hacen parte varias entidades internacionales como la Fundación para la Ciencia y la Conservación Bristol en Inglaterra y el Zoológico del Bronx de Nueva York.
Un corredor funciona por todo lugar donde pueda pasar el jaguar, ya sea una finca, una plantación o un resguardo, por lo que el trabajo con las comunidades es vital para conseguir que dejen transitar al felino sin matarlo. Corantioquia, por ejemplo, contrató un funcionario exclusivo para atender las emergencias por ataque de jaguar al ganado y empezar a trabajar con la comunidad en estrategias para evitarlos.
Corantioquia tiene cinco corredores y la idea es unirse con el de Cornare (Corporación Autónoma Regional de las Cuencas de los Ríos Negro y Nare) y Corpourabá para crear un corredor norte que conecte las poblaciones de jaguares entre Centroamérica y Suramérica. La conexión sería por el Darién, pasando por Paramillo, la Depresión Momposina y el sur de Bolívar a la serranía de San Lucas.
El primer tramo del corredor ya comenzó por Tame (Arauca), donde seis fincas donaron 10 kilómetros de territorio colindante con los cuerpos de agua. A cambio, la autoridad ambiental les dio asistencia técnica para mejoramiento de pastos y mejores prácticas ganaderas que les permiten obtener carne y leche sin extenderse ni talar más bosque. En Amalfi (Antioquia) las familias saben que en los bosques de sus fincas hay presencia de felinos, pero gracias al programa Corredor Jaguar han aprendido a delimitar sus potreros con cercas eléctricas y alambre de púas, pero lo más importante es que han dejado de cazar y afectar el bosque.
“Muchos pensamos en atacar al animal que nos está perjudicando, pero nosotros también somos responsables de los ataques, porque hemos abierto tierra para los cultivos y hemos quitado mucho bosque donde ellos pueden habitar”, afirma Juan Carlos Giraldo, finquero de la región. Él hace parte de las familias que han recibido capacitación para cuidar a los jaguares y decidieron participar en la creación del corredor cediendo una pequeña parte de sus fincas.
¿Por qué es importante conservarlo?
Es una especie focal, significa que si sobrevive en un área es un indicador de que hay buena calidad de agua en la zona y poblaciones de otras especies que le sirven de alimento, como el venado.