Martes, 22 Abril 2025

Por Patricia Barrera Silva

Sin médicos franceses a bordo ni presbíteros enviados por la Real Corona Española, sin dibujantes ni pintores de flores que guarden los registros de las plantas y animales descubiertos, sino armados de sofisticados equipos de georreferenciación, tijeras podadoras con extensión telescópica y modernas máquinas fotográficas, Bogotá emprende la Segunda Expedición Botánica.

Con las ramas atadas al tronco para que no se partan y sus raíces envueltas en una enorme cantidad de plástico que cumbre también, al menos, un metro a la redonda del bloque de tierra donde estaba plantada en su natal Amazonas, viaja una pequeña ceiba de 4 metros de alto junto con su cuidador, un biólogo que la vigila palmo a palmo para que no le falte nada durante su travesía. Como un pasajero de primera clase, en un Boeing 747 del Ejército viene rumbo a Bogotá.

La aventura de este árbol será la misma que vivirán muchas de las 6 mil plantas que a partir de agosto de 2015 harán parte de la más grande colección de especies vegetales que se hayan reunido hasta ahora en el país en un mismo lugar. Serán las invitadas de honor del nuevo Tropicario del Jardín Botánico José Celestino Mutis de Bogotá.

Muchos países del mundo cuentan con un tropicario y es una de las más vistosas atracciones de sus respectivas ciudades — como Berlín en Alemania o Kew en Londres—. De la misma forma, Bogotá tendrá uno como parte de la conmemoración de los 60 años de creación del Jardín Botánico.

Su extensión será de casi 3.000 metros cuadrados y una envergadura que alcanza los 20 metros de alto, hecha en metal, con bases en concreto y un recubrimiento en vidrio, trabajado con tecnología de punta, que permitirá la creación de cuatro módulos con condiciones climáticas diferentes para que habiten y crezcan plantas de casi todos los ecosistemas colombianos. La cirugía extrema de esta estructura estará a cargo de Jorge Buitrago y Jaime Cabal, dos jóvenes arquitectos paisas cuyo proyecto resultó ganador por encima de más de 30 propuestas en un concurso realizado por la Sociedad Colombiana de Arquitectos y el Jardín Botánico de Bogotá.

El colosal proyecto reunirá plantas útiles y colecciones especializadas como orquídeas o anturios. En otro módulo se acomodarán las especies de clima seco: cuatro ecosistemas entre los que están las sabanas de la Orinoquía y los bosques secos del Caribe, vegetación del Escudo Guyanés (las rocas más viejas de Suramérica que pasan por Guyana, Surinam, la Guayana Francesa y Brasil y por un pedazo del territorio colombiano desde el Tuparro hasta Chiribiquete).

En el módulo de clima cálido húmedo el rey será el manglar. “Tener manglar requiere de un pequeño estanque con agua salobre (aquella que tiene más sales disueltas que el agua dulce, pero menos que el agua de mar) e incluso algunos peces”, explica Mauricio Díaz Granados, director científico del Jardín Botánico, quien afirma que recrear este tipo de ecosistemas es un proceso bien complejo.

La mayor sorpresa se la llevarán los visitantes con lo que se ha denominado la “cámara fría”, que albergará vegetación de páramo presente a 4.500 metros de elevación. El Tropicario del José Celestino Mutis en Bogotá será el único del mundo con plantas de páramo, “son especies que solo Colombia tiene. En el mundo solo hay cinco países con páramos (Ecuador, Costa Rica, Venezuela, Perú y Colombia), y nosotros tenemos el 63 por ciento de áreas de páramo del planeta. De ahí que sea un verdadero hito latinoamericano y mundial contar con esta colección”, afirma Luis Olmedo Martínez, director del Jardín en diálogo con Catorce6.

La aventura es poco a poco

Para quienes lean este artículo y quieran salir corriendo a conocer el magnífico proyecto, debemos advertirles que la procesión será lenta y de mucho cuidado. ¡Mutis tardó 33 años en terminar su expedición…! Para fortuna de los bogotanos y los que visitan la ciudad, esta expedición y la transformación del tropicario durarán un poco menos.

El nuevo tropicario se construirá por faces. Poco a poco se derrumbarán partes y se levantará una nueva construcción, lo que permitirá que las especies que hoy viven en el tropicario antiguo sean trasplantadas a unos módulos temporales para esperar a que sus nuevas compañeras de salón lleguen hasta Bogotá.

Para el traslado se emplearán varios métodos: las que vengan de los alrededores de la capital serán transportadas en las camionetas del Jardín Botánico, las procedentes de lugares más remotos contarán con la ayuda de entidades regionales o universidades y las que necesitan un trato especial por estar en peligro de extinción, por ser endémicas (únicas) de Colombia o porque provienen de zonas donde la riqueza de especies es alta, el personal más experto del jardín emprenderá expediciones para gestionar la movilización del material biológico.

Los viajes en primera clase, como el de la Ceiba del Amazonas, están reservados para aquellos especímenes que viajan de lejos y no resisten las condiciones adversas de un traslado por tierra, como las plantas oriundas del Chocó o de la selva amazónica.

Los expedicionarios del Jardín están listos. No son una gran comisión, no irán con pintores ni artistas. De hecho, el grupo de expertos son solo tres (más los técnicos que los acompañen en cada región), por eso se acercan más a la historia de los mosqueteros que a la de Mutis.

                             "Además de traer las plantas, toca sacar semillas y hacer procesos in vitro                                                                                    para conservar aquellas que mueran en el traslado"

Sea como sea, lo cierto es que para el Tropicario de Bogotá inicia una gran faena, que por ahora está en los planos y cuenta con el auspicio de Colciencias y de la ciudad, pero que, al igual que la Comisión Corográfica, permitirá inmortalizar una pequeña parte de las 54 mil especies que habitan en nuestro territorio y que hacen de Colombia el país más megabiodiverso del mundo.

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