Miércoles, 16 Abril 2025
Que se estén produciendo documentales ambientales de muy buena calidad significa que el compromiso ambientalista está cambiando.

‘Amacayacu’, ‘Ballenas jorobadas’ y ‘La marcha de los cangrejos sanandresanos’, son algunos de los excelentes cortometrajes que han aparecido sobre biodiversidad en Colombia en las principales salas de cine. El impacto a todos los niveles es muy significativo: sentido de apropiación masiva acerca de nuestro patrimonio natural, incremento de las visitas a las reservas naturales y motivación para el desarrollo de una disciplina ambiental individual de la población que asiste a las salas, entre otras.
Y es que tradicionalmente la motivación ambiental estaba en manos de activistas contestatarios que tenían tanto de compromiso como de escasa estética en sus mensajes. Aún sucede que cuando el ambientalista habla en la reunión de amigos o en la comida de familia, la gente empieza a bostezar o a despedirse. Qué no decir de esa jerigonza que requiere de expertos para ser descifrada.
Por el lado de las instituciones públicas ambientales y de la comunicación ambiental de las empresas tampoco hay mucho de innovación: ahí están los programas institucionales, que terminan pareciéndose entre todos y los consabidos reportes de responsabilidad social corporativa. Así, que se estén produciendo documentales ambientales de muy buena calidad como los mencionados, significa que el compromiso ambientalista está cambiando y que está tocado disciplinas relacionadas con el arte, el cine o la producción audiovisual al más alto nivel; de igual manera, que hay una sensibilidad generalizada sobre la conservación del planeta que estos mismos artistas y productores están empezando a interpretar.
El solo hecho de contar con documentales como los mencionados implica para el ambientalismo colombiano un triple desafío: en primer lugar, el de aprovechar al máximo el espectro de herramientas de la comunicación moderna; en segundo lugar, el de superar el catastrofismo con mensajes bellos y esperanzadores; y en último lugar, el de acercar su lenguaje al ciudadano común que va a cine, que ve telenovelas, que oye radio, que compra revistas de farándula.
Y es que en materia de compromiso ambiental, la gran movilización social (como la de los santandereanos en defensa de Santurbán) también está acompañada por reacciones individuales de ciudadanos que simplemente manifiestan su decisión de apoyar una experiencia o participar silenciosamente de una causa. En todos los casos tales reacciones son fruto de una mezcla de mensaje claro e instrumentos adecuados de comunicación. Ahí está el desafío para quienes hemos asumido la causa del planeta: ocupar los espacios donde están los ciudadanos, alcanzar las primeras páginas de los noticieros y lograr que el tema compita con otras aficiones, gustos y compromisos ciudadanos hasta que esa causa toque todos los estratos, todas las edades, todas las disciplinas. Ese es el reto de estos tiempos.
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