La principal vía fluvial de Colombia es a su vez la más contaminada. El gobierno invertirá para hacerla navegable.
Por Andrés Henao Álvarez
El Río Grande de la Magdalena le llevaba la corriente a las historias de García Márquez, que encontraron en su raudal de sur a norte relatos inverosímiles que se repiten como si el nobel las siguiera narrando.
“Fermina Daza tuvo la impresión de que era un delta poblado de islas de arena. —Es lo poco que nos va quedando del río— le dijo el capitán. Florentino Ariza, en efecto, estaba sorprendido de los cambios, y lo estaría más al día siguiente, cuando la navegación se hizo más difícil, y se dio cuenta de que el río padre de La Magdalena, uno de los grandes del mundo, era solo una ilusión de la memoria”.
Así como describió su grandeza y miseria en El amor en los tiempos del cólera (1985), la que era la ruta fluvial por excelenciaa principios del siglo XIX también fue recreada en la historiadel libertador Simón Bolívar en El general en su laberinto (1989): “En algunos recodos de la selva se notaban ya losprimeros destrozos hechos por las tripulaciones de los buquesde vapor para alimentar las calderas. ‘Los peces tendrán queaprender a caminar sobre la tierra porque las aguas se acabarán’,dijo él (Bolívar)”.
Pero no solo el escritor expresó la necesidad imperiosa de mirar la estructura hídrica más importante del país, que fue escenario de la conquista de los españoles y de la apertura de su ruta desde el interior, emprendida por Gonzalo Jiménez de Quesada. También ha cobrado vida en las canciones de José Barros, oriundo de El Banco, y de un relator y geógrafo universal como Alexander von Humboldt.
Este personaje vivo tiene una cuenca que toca 18 departamentos y es conformada por 596 municipios, 128 ribereños y 468 no ribereños. Al año mueve unas 2 millones de personas, así como un millón y medio de toneladas de carga de petróleo y sus derivados.
En la cuenca se genera el 85 por ciento del Producto Interno Bruto, el 92 por ciento de la producción agrícola, el 72 por ciento de la ganadera y el 62 por ciento de la energética. Tal es su caudal, que el arrastre de sedimentos alcanza los 200 millones de toneladas al año, cifras de peso que declaran su importancia geográfica entre el Alto, Medio y Bajo Magdalena, que “nace entre gente enruanada y muere entre gente descamisada”, como citaba el fallecido periodista y escritor Ernesto McCausland.
El papel quiso apalancar su conservación y la Constitución del 91 creó Cormagdalena, una corporación con autonomía administrativa y presupuestal para dirigir las políticas de desarrollo de la cuenca, pero cuya competencia ha sido cuestionada por la Procuraduría y la Contraloría.
¿Una millonaria inversión lo hará navegable?
Aunque su profundidad variable ha complicado la movilidad, datos históricos reseñan que hacia 1823 el alemán Juan Bernardo Elbers fue el primer naviero en gozar del privilegio exclusivo de surcar en sus aguas, contrato que terminaría seis
años después bajo las órdenes del presidente Simón Bolívar. “‘Si les dejamos el monopolio a los alemanes, terminarán traspasándolo a los Estados Unidos’ —dice el Libertador en la historia de García Márquez— (...). Más tarde declaró la total libertad de la navegación fluvial en todo el país”.
A partir de ahí, el decurso del río atrajo sociedades y empresas de navegación a vapor a cubrir la ruta del Magdalena, subsiguiente a un linaje de administradores samarios, barranquilleros, americanos e ingleses.
Hoy, los ojos del país vuelven a él, rezagado ante ejemplos como el Mississippi en Estados Unidos, el Rhin en Alemania, el Yangtsé en China, el Támesis en Inglaterra y el Volga en Rusia, ríos de primera importancia para la economía de estos países, pero ninguno semejante al Magdalena del trópico.
En 2014, consorcios chinos, holandeses, españoles y brasileños comenzaron la puja por timonear el billonario negocio del río Magdalena que plantea devolverle la navegabilidad. Se alzaron voces de protesta porque “quedaría en manos de los chinos”, quienes hicieron parte de la Formulación del Plan Maestro de Aprovechamiento del Río Magdalena, un convenio de cooperación entre Colombia y la República Popular China. Sobre la mesa quedaron las propuestas de construir 17 represas para el año 2020, lo que implicaría la reubicación de comunidades indígenas, campesinas y pesqueras. Carlos Andrés Núñez, director encargado de Cormagdalena, le salió al corte a las críticas y señaló con vehemencia: “No les vamos a entregar el río a los chinos”.

Aunque ha sido más económico mover mercancía por la vía fluvial, la entrada del ferrocarril y el transporte de camiones a gasolina fueron relegando el uso del río. / Foto: Cortesía Cormagdalena
Son ya seis meses tras la firma del acta de inicio del proyecto que terminó en manos del consorcio brasileño Navelena, conformado por la empresa local Odebrecht y en menor participación Valorcon de Colombia, cuyo objetivo es garantizar profundidad para un buque de 33 pies de calado y así cumplir el ideal de su navegación. Consiste en remover material pesado del río (sedimentos) en un área de 206 kilómetros entre Barrancabermeja y Bocas de Ceniza, el tramo con más sedimentos. Allí se busca una altura de 7 pies, un poco más de 2 metros que evitarán el encallamiento histórico de las embarcaciones, con el fin de consolidar la ruta Puerto Salgar-Barranquilla y movilizar convoyes de 7.200 toneladas con carbón.
El proyecto, que tiene la venia del Gobierno, costará 2,5 billones de pesos invertidos en el ir y venir de remolcadores y ferris de última tecnología. “Este sueño ya es una realidad y revolucionará la economía y la vida de los colombianos”, dijo el presidente Juan Manuel Santos en septiembre de 2014 en la firma protocolaria del contrato de asociación público-privada (APP).
Para Jorge Barragán, director de Navelena, la apertura del río apalancará la economía nacional y no tendrá afectaciones al ambiente. “Colombia llegará a movilizar 4 millones de tone- ladas de carbón al año y más adelante serán más”, asegura puntualizando que no habrá dragado sino bombeado del material
acorazado en el fondo del río.
Lo cierto es que tras las críticas, la etapa de estructuración financiera de esta APP se ha visto truncada. “Tuvimos que contratar consultores extranjeros para demostrarles a los bancos que no van a perder y que el proyecto sí es viable”, explica Barragán.
Por lo pronto, Navelena debe iniciar este mes con el mantenimiento, una primera fase que reemplazará a las dragas que actualmente trabajan bajo la dirección de Cormagdalena, pero que son de poca capacidad. Las nuevas máquinas de bombeo y equipos anfibios cuestan 800 mil dólares cada una: ensamble de motores suecos, remolcadores fabricados en Colombia y retroexcavadoras y plataformas traídas de China.

El río Magdalena (en azul) atraviesa Colombia de sur a norte alimentándose de varios afluentes (azul claro). Nace en el Huila y desemboca en el Átlantico
El medio ambiente, al margen del desarrollo
“En general, tiene una corriente sumamente fuerte, aun cerca de la orilla por donde van los champanes, que es poco diferente (pues aquí todo es agua navegable) de la del centro. Considerada aisladamente, la corriente no es exagerada. Yo la medí por medio de bases en la ribera […] y por medio de cuerpos que pasaban flotando a nuestro lado cuando el champán estaba quieto, ya que conocía su posición”, relataba Humboldt en 1801.
La compañía Berger estudió su navegabilidad en 1923, la misión holandesa Mitch en 1972 y el proyecto Cuenca Magdalena Cauca en 1974, todos centrados en materia de geología, hidrología e hidráulica, con la ausencia de datos socieconómicos y ecosistémicos que siguen siendo desconocidos ad portas de intervenir. En 1975 inició la participación de la Universidad Nacional en el tramo navegable del Bajo y Medio Magdalena, y la Universidad del Norte realizó mejoras que se concretaron en Barranquilla con un puerto marítimo, el dique direccional y la profundización del canal navegable.
Manuel Alvarado ha investigado el Magdalena por más de 40 años. Este ingeniero civil experto en proyectos de ríos opina que el desarrollo de la ingeniería del país se ha basado únicamente en modelos hidráulicos de primera necesidad; es decir, solo en el ámbito de la navegación, y ha excluido modelos de tercera generación que tienen en cuenta la ecología y la dinámica social. “No se puede ver como un solo proyecto de beneficios únicos porque depende de la localización. Debe ser un conjunto armónico en beneficio de la gente, de la economía del país y en ajustes ecológicos para no causar problemas”, explica.
Alvarado describe dos ríos con características totalmente diferentes: “Entre Gamarra y Bocas de Ceniza (500 kilómetros) es más bien controlado y meándrico, se requieren pocas intervenciones para su utilización. En el segundo tramo, entre La Dorada y Gamarra, es trenzado y difícil, con múltiples islas donde hay que adecuarlo más. Hay diques a orillas del río que hacen que la inundación se suba y se ponga en ese mismo sector, por eso los diques deben estar retirados para respetar el desarrollo fluvial del río”.
Según el experto, las obras deben sumarse a las vías de la prosperidad que también deben tener desagüe y pasos elevados para dar camino al agua, y a su vez incluir la regulación en los caudales del Canal del Dique que finalmente van a parar a esta región: “Ojalá sea el comienzo de una serie de mejoras a los planes de desarrollo de los ríos”, concluye.
Por su parte, Jaime Ordóñez, profesor de la Universidad Nacional y presidente de la Comisión de Ingeniería de Recursos Hídricos de la Sociedad Colombiana de Ingenieros, argumenta que es “inviable” dragar 1.000 kilómetros, como se propone en el proyecto. “Usted draga pero es el potencial que el río tiene para volver a llenar el hueco. Es tan absurdo como pensar que contra una carga de 200 millones de toneladas, usted puede dragar 4 al año. Además me pregunto, qué van a hacer con tanto sedimento”, argumenta. Además, el experto advierte que el costo es tal, que en las cuentas básicas de una obra común una draga cobra alrededor de 6 dólares por metro cúbico y el río se los devuelve gratis al otro día. “Es un proyecto irrealizable; lo único que vamos a obtener es pérdida de dinero”.
“Debemos hablar de la
integración ecológica,
hidráulica y social”
Manuel Alvarado, experto en ríos
Para Edwin Agudelo Córdoba, estudioso de ríos como el Amazonas e investigador del grupo de ecosistemas acuáticos del Instituto Sinchi, lo primordial debe ser resolver otros fenómenos que son resultado de procesos antrópicos como la deforestación. “Este plan es plata botada —opina el especialista—. No hay una mirada ecosistémica del total, entendiendo que lo que se haga aguas arribas se va a traducir en problemas aguas abajo. Por ejemplo, si usted hace un hueco en la arena del mar y se para sobre él, en un rato el mar lo llena. Lo mismo hace el río, vuelve y llena debido a su dinámica natural. Ellos drenan y lavan el cuenco por donde están cruzando”.
La junta directiva de Cormagdalena la lidera el Presidente o su delegado y los ministros de Transporte, Ambiente, Agricultura, Comercio, Minas y Energía, además del Presidente de Ecopetrol, gobernadores de Cundinamarca, Tolima, Santander, Caldas, Bolívar, Magdalena y los alcaldes de Girardot, Purificación, Agrado, Aipe, Barrancabermeja, Gamarra, Río Viejo, Yondo, Cicuco, San Martín de Loba, Suan, Sabanagrande, la Sociedad Portuaria Regional de Cartagena y la Naviera Fluvial Colombiana.
Hasta cementerio ha sido...
Su difícil control ha hecho del Magdalena, territorio de nadie. Además de tener en común el agua que los salpica, habitantes ribereños de los departamentos de Bolívar, Cesar y Santander han estado marcados por la violencia. Señalados como guerrilleros, muchos campesinos fueron asesinados en matanzas cuya barbarie quedaba evidenciada en los cuerpos que al otro día flotaban y que seguían su camino ante la mirada esquiva de pescadores.
En 1999 en San Pablo, Bolívar, se registró una masacre donde paramilitares acabaron con la vida de 14 personas; en Vijagual, Santander, hay registros de 893
historias de desplazamiento entre 2008 y 2010, y en el municipio de La Gloria, en el Cesar, 169.729 hectáreas fueron despojadas. En 2013, la Procuraduría advirtió que aún existen grupos ilegales en la cuenca del Magdalena (guerrilla en 86, autodefensas en 35, pandillas en 72 y bandas criminales en 49 municipios).
Según la DIAN y la Policía Fiscal y Aduanera del Atlántico, entre 2011 y 2014 se decomisaron 98 mil millones de pesos en mercancías ilegales en Barranquilla y municipios del Atlántico.
Las autoridades explicaron que las nuevas rutas para escabullirse de los operativos de control incluían más evasivas a través del río Magdalena en un negocio que se mueve en lanchas desde Cartagena, Bolívar, para ingresar al Atlántico por el Canal del Dique y conectarse con el Magdalena.

Mompox, surcado por el río Magdalena , fue importante para el intercambio de mercancía desde los orígenes de la Colonia hasta la primera mitad del siglo XIX. / Foto: María Clara Jaramillo.
Cormagdalena, desafíos sin gobierno
Lo que la Constituyente del 91 definió como herramienta articuladora de la gestión del río no ha dejado de ser foco de corrupción y desgobierno. Sin remitirnos a décadas anteriores, la Procuraduría General de la Nación advirtió en la auditoría realizada a Cormagdalena en 2013 que sus funciones “no han repercutido en una escala mayor, debido a que los esfuerzos son aislados, no coordinados y discontinuos en el tiempo. Tampoco hay un ordenamiento de las actividades económicas en suelo de conservación y menos un manejo forestal de la cuenca alta”.
Jaime Ordóñez opina que los problemas internos de Cormagdalena han impedido la credibilidad de sus funciones y obras: “Debería haber tratado de hacer un estudio a conciencia de todos los factores en los 25 años que lleva la entidad, pero se ha concentrado en arreglar el problema de los navieros del Magdalena medio”.
En el componente financiero, la Contraloría la calificó con 0 puntos en su informe de 2012, dado que los estados contables “no presentaban razonablemente la situación financiera de la entidad”. Entre los hallazgos se determinaron sobrees- timaciones por un valor de 7.347 millones de pesos, otros deudores e incertidumbres por 29.321 millones de pesos en cuentas de maquinaria y equipos de comunicación, transporte y tracción, equipo de comedor, además de avances y anticipos irregulares. Además, entre 1999 y 2012 se registraron 80 demandas en contra de Cormagdalena por 4,4 billones de pesos y las incertidumbres financieras ascienden a 36.668 millones de pesos, el 24,57 por ciento del activo total de la entidad (149 mil millones).
Por si fuera poco, la evaluación ambiental da cuenta de informes negativos en relación con la pérdida de hábitat para especies marinas. “Resulta preocupante que las autoridades ambientales no cuenten con documentos que demuestren las afecciones de ecosistemas como manglares, estuarios, lagunas costeras y corales, por la disposición de elevadas cargas crónicas y sedimentos a dichos ecosistemas, y que a su vez desconozcan la tasa de deforestación en su jurisdicción", manifestaba en su informe la Procuraduría.
La dura misión de la pesca en declive
Según el DANE, hay 1 millón 400 mil familias que dependen de la pesca artesanal en el país, y unas 200 mil se ubican en la cuenca del Magdalena, donde se encuentran el bagre rayado y el bocachico. Sin embargo, las subiendas históricas ya no son tan prósperas y la disminución de las especies ha sido notable. Según el Libro rojo de los peces dulceacuícolas de Colombia, el rayado está en peligro de extinción.
“Desde enero el bocachico no se ve ni en las curvas”, cuenta Rodrigo Morales, natural de Puerto Berrío, donde hay 670 pescadores agremiados. En las cuentas del marino artesanal de un día común quedan 35 libras de bagre y 8 libras de blanquillo; hace 20 años extraía 90 libras por día.
“Termina uno por decir que frente a todo lo que está pasando tenemos que montar un estanque de un metro cuadrado en el patio de la casa para criar tilapias o cachamas porque no hay un lineamiento del Gobierno que nos garantice acciones frente al deterioro ambiental de todo el sistema de humedales y de ciénagas que ha sufrido la cuenca del río y que ha afectado el sistema productivo que tiene que ver con la expansión de la ganadería”, asegura Morales.
“Hay que atacar la deforestación.
El proyecto de navegabilidad es una forma
boba de invertir recursos en contratos para
generar empleos temporales”
Edwin Agudelo Córdoba, investigador del Instituto Sinchi
Muchos han tenido que recurrir a actividades de extracción de material de arrastre del río o a cultivar en pequeñas parcelas de plátano, yuca y maíz, pero la situación es compleja para quienes no tienen otra fuente sino el mismo río. En mayo es la primera temporada de bajanza, ciclo reproductivo de casi todas las especies y donde a los ribereños les toca andar como fugitivos con el bagre bajo el brazo.
Dos colegas de Morales fueron condenados a 48 meses de cárcel tras incautarse de 9 libras de pescado. “Nosotros estamos dispuestos a colaborar, pero no hay medidas diferentes que permitan que digamos ‘este mes no vamos a pescar y en cambio nos vamos a dedicar a reforestar y repoblar para que año tras año mejore la producción en el río’”, enfatiza.
Aguas residuales, un problema de Nación
Jaír Beltrán vive en Vijagual, un corregimiento de Puerto Wilches abastecido por las aguas crudas del Magdalena. La problemática de los pueblos y veredas a orillas del río es común: la erosión, las subidas repentinas de los niveles del agua y la falta del agua potable. Enfermedades digestivas y gastroenteritis han habituado a la población, de unos 3.500 habitantes: “Es costumbre y cultura que todos los hogares aclaren el agua, después haya que hervirla y luego puedan consumirla”, explica. Aunque reconoce que muchos “han entrenado” sus
organismos.
El poderoso afluente se enfrenta también al auge de la minería (en 2012 se identificaron 38 actividades de extracción ilegal entre ladrilleras, materiales de construcción y extracción de oro que terminaban afectando el río) y a la erosión, que en parte es generada por la presencia humana en sus riberas.
Según la Procuraduría, el 22 por ciento de los municipios de la cuenca se enferma a causa de la calidad del agua, ya que se estima que recibe más de 15 millones de metros cúbicos de aguas negras que llevan unas 6.000 toneladas de desechos orgánicos. Y no es de extrañarse, pues según el informe de la Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios (SSPD) de 2012, el volumen nacional de sus aguas residuales reportadas como tratadas no sobrepasaba el 3,1 por ciento del total captado, debido a que las plantas de tratamiento no funcionan en 27 de los municipios de la cuenca y otros 180 ni siquiera cuentan con una.
A su vez, el Informe de la vigilancia de la calidad del agua en Colombia 2013, del Instituto Nacional de Salud (INS), evidenció que cerca del 66,6 por ciento de la población tiene acceso al agua potable y que 21,7 por ciento toma agua escasa en tratamiento o protección y agua cruda directamente de las fuentes, “con posibles eventos de morbilidad”.
En el departamento del Magdalena, 377.913 personas (37,56 por ciento de los habitantes) tienen agua potable, 174.067 (17,30 por ciento) beben agua segura, 229.839 (22,84 por ciento) consumen el líquido de bajo o nulo tratamiento y 224.289 (22,29 por ciento) posiblemente usan agua directa de la fuente. Igualmente, el Índice de riesgo de la calidad del agua para consumo humano (IRCA) advierte que en municipios como Zapayán, Tenerife, Concordia, Sitionuevo, Pedraza y Aracataca, el suministro de agua inviable sanitariamente es muy crítico pues las personas toman el agua directa de la fuente.
Un poco más arriba, en Santa Marta, no se cuenta con servicio continuo de agua desde hace 256 años. La ciudad más antigua del país se ha abastecido del Magdalena sorteando las inclemencias del fenómeno de El Niño. El grupo Inassa, accionista de Metroagua, y Findeter contrataron un estudio con la Universidad de los Andes para determinar las alternativas de nuevas fuentes de abastecimiento para los próximos 50 años; sin embargo, las obras requerirían de una gran infraestructura. Mientras tanto, los habitantes se defienden con pozos construidos por el Gobierno como medida de corto plazo.
Aquel embarque de amoríos entre la vida natural de una zona que García Márquez tanto disfrutó fue origen de lamentos dos décadas después en sus memorias, Vivir para contarla, en las que resumió: “Hoy el río Magdalena está muerto, con sus aguas podridas y sus animales extinguidos. Los trabajos de recuperación de que tanto han hablado los gobiernos sucesivos que nada han hecho requerirían la siembra técnica de unos sesenta millones de árboles en un noventa por ciento de las tierras de propiedad privada, cuyos dueños tendrían que renunciar por el solo amor a la patria al noventa por ciento de sus ingresos actuales”.

Toneladas de basura se acumulan en la ciénaga Los Manatíes, Atlántico, a donde llega todo el material de arrastre del recorrido del río Magdalena. Esta es la evidencia clara de su abandono. / Foto: Vanessa Saldarriaga.