Martes, 22 Abril 2025

Por Lina Alejandra Jaramillo

Entre mitos y verdades, bajar de peso se ha convertido en un reto para millones de personas en todo el mundo, pero el por qué de la obesidad ha sido el pilar de investigación de empre­sas y profesionales que buscan prevenir el sobrepeso y mejorar el estilo de vida en las poblaciones.

El tipo de trabajo y ambiente laboral en el que se desarrolle una persona es de gran influencia en sus hábitos alimenticios. Así lo reveló una encuesta realizada por la compañía estadou­nidense Harris Interactive para Career Builder, que señala que una de cada tres personas ha ganado un promedio de nueve kilos en su actual trabajo. 

Aunque podría pensarse que los cargos administrativos son los más representativos en estas estadísticas, los trabajos que no se desarrollan todo el tiempo frente a un computador tam­bién son potenciales. Las largas jornadas laborales, el estrés y el ambiente laboral son solo algunas de las causas que gene­ran ansiedad y, a su vez, desórdenes alimenticios. Cuando el estrés es muy alto, las personas pueden manifestar un aumen­to del apetito secundario atribuido a su nivel emocional.

“El estrés puede llevar a comer más por ansiedad, por ejemplo, estar pendiente de una reunión, la entrega de un informe, la visita a un cliente muy importante o una situación bajo pre­sión hace que empecemos a ‘picar’ golosinas, chocolates o harinas antes del evento. En el caso contrario está la persona que por su carga laboral deja de comer por tiempos muy pro­longados —muchos aseguran que la comida les hace mal por la presión antes de la cita—, pero al llegar la noche siente el apetito de todo lo que no se pudo comer y consume grandes porciones en poco tiempo y antes de dormir, la mayoría de ve­ces alimentos con alta carga calórica que son los que terminan engordando”, afirma Fanny Aldana, especialista y represen­tante de la Sociedad Colombiana de Nutrición.

Una de cada tres personas ha ganado un promedio de nueve kilos en su actual trabajo

En Colombia, el índice de obesidad no es tan alto en com­paración con países industrializados, como México y Estados Unidos, que según Naciones Unidas ocupan el primer y se­gundo puesto con 32,8% y 31,8%. Sin embargo, el infarto, la trombosis, la hipertensión y la diabetes están en la lista de las 10 principales causas de mortalidad en nuestro país, lo cual nos pone frente a una epidemia de las enfermedades cardio­vasculares (ECV).

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, en el perfil epidemiológico de países de 2011, la tasa de mortalidad de Colombia por cada 100 mil habitantes para ECV y diabetes era de 166,7 para mujeres y de 205,9 para hombres. Se estima que las ECV fueron la causa de muerte de 60.000 colombianos en ese periodo, es decir, uno de cada tres fallecimientos. 

Según la Encuesta Nacional de Situación Nutricional en Co­lombia, liderada por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) y el Ministerio de Salud y Protección Social, en Colombia el mayor índice de obesidad se encuentra en las mujeres con un 55,2%, representando en los hombres el 45,6%. Además, se encontró que la obesidad prevalece más en las zonas urbanas que rurales, con 52,5% frente a 46,9%.

 

 

Se estima que en 2011, las ECV fueron la causa de muerte de 60 mil colombianos

“La vida de oficina aumenta los malos hábitos alimenticios. Entre más industrializado esté el país, más malos serán sus há­bitos. Por ejemplo, las personas que viven en la ciudad tienen un mayor acceso a un medio de transporte, mientras que en zona rural, los trabajadores, en muchos casos, deben caminar largas distancias, es decir que su trabajo les exige esfuerzo físi­co. En labores de oficina o maquinaria, el trabajador está sen­tado realizando una tarea repetitiva, no genera esfuerzo físico y eso hace que aumente su peso. De otra parte, la publicidad también influye en que las personas tengan una mala alimen­tación o consuman mayor cantidad de comida ‘chatarra’. En los países industrializados, los trabajos exigen cortas jornadas para almorzar, lo que conlleva a que el trabajador termine co­miendo ‘cualquier cosa’ para salir de su almuerzo”, afirma la doctora Lina Triana, presidenta de Sociedad Colombiana de Cirujanos Plásticos (SCCP).

 

 

 

Las ciudades colom­bianas con mayor índice de obesidad son San Andrés y Provi­dencia (65,0%), Guaviare (62,1%), Guainía (58,9%), Vichada (58,4%) y Caquetá (58,8%)

 

En la industria hay trabajos que aunque exigen un esfuerzo físico, el sobrepeso es representativo entre sus trabajadores. Tal es el caso de las empresas petroleras o las compañías en las que las labores deben ser desarrolladas en campo. “Las per­sonas que trabajan en pozos petroleros tienen una actividad diaria extenuante, ligada al encierro en que se encuentran, la lejanía y difícil comunicación con sus familiares, la alteración del orden público y la poca opción de actividades lúdicas. Ello se convierte en un ambiente propicio para que se den trastor­nos de sobrepeso”, explica Antonio Romano, médico ocupa­cional de un pozo petrolero en el Putumayo.

“Generalmente, la mayoría de trabajadores traen desde sus casas hábitos alimentarios inadecuados. Además, la mala selección de los alimentos, como la escogencia excesiva de comida rica en azúcares y grasas saturadas empeora la si­tuación”, puntualiza Romano.

Andrés Salamanca, campamentero en un pozo petrolero, está en movimiento constante y, sin embargo, pasó de 80 a 110 ki­los en menos de un año. “Aunque contamos con gimnasio, el cansancio en muchas ocasiones nos hace perder las ganas de hacer ejercicio. Al principio uno siente que come ‘muy bien’, pero después llegan los problemas. Me he visto afectado a la hora de dormir, con problemas respiratorios, ronco y me fatigo con facilidad y se me subieron los triglicéridos. Actual­mente hago una dieta para bajar de peso”, comenta.

 

Trabajos como operario de fábrica, abogado, ingeniero, pro­fesor, artista, diseñador, arquitecto, asistente administrativo, médico, enfermera, policía, conductor, profesional de las tec­nologías de la información y niñera son los más significativos en las estadísticas de obesidad laboral

 

Muchos de estos profesionales no es que no deseen realizar una actividad física, si no que “el tiempo, literalmente, no al­canza”. Estudiar y trabajar absorbe gran parte del tiempo y el que queda los fines de semana es para realizar trabajos o compartir en familia. Así lo asegura Andrea García, ejecutiva comercial de un banco en Bogotá y actualmente estudiante universitaria. Ella agrega que desde que ingresó hace dos años a su trabajo, su desorden alimenticio le ha hecho subir 13 kilos, que ahora no sabe cómo bajar.

Una vez más, la dieta y el ejercicio determinan en alto por­centaje la obesidad. Si no se cambian hábitos alimenticios y estilos de vida por otros más saludables y menos sedentarios, siempre se estará recuperando peso.

 

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Editorial

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