Cada año, durante Semana Santa, miles de especies nativas sufren el flagelo de la explotación y comercialización en Colombia. Grandes grupos de animales como tortugas, iguanas, armadillos y venados, entre otros y de plantas como la palma de cera del Quindío se convierten en presa fácil de quienes desean hacer su agosto a costa de la fe y la devoción de los católicos.
Por este motivo, diferentes organizaciones del sector público y privado mantienen una voz de alerta para que los traficantes evidencien el nivel de degradación que estas prácticas hacen a los ecosistemas, así como a la ciudadanía para que acudan a las autoridades ambientales y denuncien cualquier caso de extracción, movilización ilegal y venta de carne o huevos de animales en vía de extinción como la tortuga y la iguana.
Según Ramón Leal, Director Ejecutivo de la Asociación de Corporaciones Autónomas Regionales y de Desarrollo Sostenible (ASOCARS) “Desde las 39 corporaciones del país se está haciendo un llamado para que en Semana Santa se respete la biodiversidad del país y no se haga de estos días un calvario para lo ambiental”.