Texto y fotos: Guillermo Ossa
Invitado especial
Elegí una flor y me senté a esperar. Había madrugado al Parque Arví, una de las reservas más grandes de Antioquia y con el equipo dispuesto empezó la proeza paciente.
Dos horas después, ninguna avispa de la colonia posaba para mí. Decidí cambiar de lugar y justo cuando levantaba la cámara aterrizaban una tras otra sobre los pétalos de la primera flor. Seis horas más tarde, aún no obtenía la dichosa foto. Era como si las obreras se carcajearan.
Respiré otro aire de paciencia, una y otra vez, y no desfallecí en mi objetivo. Cuando el sol se ocultaba y la cantidad de avispas escaseaba, una de ellas voló lentamente por todo el campo mientras yo observaba con ansias por el visor de la cámara. Quería gritarle y señalarle con mi dedo índice: “¡Párate en esta, en esta!”. Con toda calma se posó en la flor, caminó suavemente por uno de los pétalos y levantó sus ojos enormes que se encontraron con el mío.

La avispa de papel (Polistes fuscatus) vive en colonias comunales con reinas múltiples y pueden reconocerse unas a otras por las caras, igual que los humanos. Por eso, con ellas se examina la evolución del reconocimiento facial.
Sonreía fascinado ante semejante encuentro natural. Cuando reaccioné, tomé tantas fotos que parecía un maniaco. Mi dedo no soltaba el obturador mientras ella polinizaba. Muy pronto alzó vuelo para marcharse.
Casi lloro cuando vi la foto en la pantalla de la cámara, no dejaba de mirarla como un padre a su hijo. Ahí entendí que la macrofotografía es ciento por ciento una dosis de pasión. Partí feliz a mi casa y ahora esta pieza hace parte del banco de imágenes de naturaleza de la National Geographic.
Fijarme en lo diminuto ha sido un proceso provechoso. La primera vez que tuve un lente macro en mis manos, un Nikon 60 mm, no me pareció atractivo. Era similar a cualquier otro, no muy grande y liviano; lo único diferenciador era la palabra “macro” que tenía inscrita. Lo discriminé y lo guardé.
Un día quise ensayarlo para saber su utilidad, lo conecté a mi cámara —una vieja Nikon D100—, miré a través del visor y enfoqué un pequeño gusano que comía hojas de una planta en frente de mi casa… ¡Se veían hasta los pelitos de su piel!

La mariquita de siete puntos (Coccinella septempunctata) es el escarabajo más frecuente de los coccinélidos. Es una devoradora de insectos y en caso de peligro suelta un líquido amarillo que las hormigas encuentran repelente, pero que no parece afectar a los pájaros.

Oruga de la mariposa “Esfinge de Tetrio” (Pseudosphinx tetrio), que advierte su toxicidad o desagradable sabor con vistosos colores. También se conoce como oruga glotona, porque puede comer el doble de su peso en 24 horas
“Para iniciarse en la fotografía macro, explore sitios comunes como los prados de su casa, las flores y plantas del parque de su barrio o el jardín botánico de su ciudad. Así perfeccionará su técnica y se familiarizará con el manejo de los equipos”

La araña saltarina (Salticiade fredonia) caza al acecho y no construye telarañas. Cuatro de sus ocho ojos se orientan frontalmente y pueden enfocar y moverse. Los laterales completan un campo de visión de 360º. Su eficaz visión es excepcional no solo entre las arañas,
sino entre los artrópodos.
Desde ese momento, mi pasión por la fotografía de naturaleza tenía un aliado más: un increíble lente macro. El mercado está lleno de marcas y accesorios de calidad para lograr capturas espectaculares. Poco a poco fui ensayando objetivos (lentes) y ahora utilizo un Canon macro 100 mm que va conmigo a todas partes. Hoy, cinco años después, perdí la cuenta de las especies que he retratado, pero cada pequeño animal me ha mostrado un mundo mágico y me ha retado a superar cualquier obstáculo para conseguir instantáneas hermosas.
La lente deja ver la magnitud de lo diminuto: la forma, los colores, la textura, las capas de los exoesqueletos, los vellos, el aspecto de su boca, las delicadas líneas de sus alas, la cara no tan bonita de las mariquitas, ¡el tamaño que ocupan los ojos en su cabeza!…

Las hembras de abejorro (género Bombus) se diferencian de los machos por la presencia de una canasta en las patas posteriores, especial para colectar polen, con el que alimentan a sus crías.
“Investigue sobre las especies y sus conductas para asegurarse de los mejores momentos de captura. Muchas universidades tienen insectarios abiertos al público que le permitirán identificar los invertebrados que retrata”

La abeja europea o doméstica (Apis mellifera) es la especie con mayor distribución en el mundo. Originaria de Europa, África y parte de Asia, fue introducida en América y Oceanía.
Estos dispositivos abren un nuevo campo donde aplicar el conocimiento fotográfico. En mi caso, comencé practicando con las flores, los insectos, los hongos del jardín de mi casa y hasta la pecera: intentaba captar los detalles de los peces que allí nadaban.
Como muchas técnicas de este oficio, la macrofotografía no es fácil. Se requiere de tiempo para familiarizarse con el lente, paciencia en cantidades desbordantes, buen estado físico para llegar al hábitat de los insectos o determinadas plantas y un gran respeto por las especies para no afectar ni atentar contra su conducta o integridad. Pero, sobre todo, se necesita de una pasión descomunal.

Las especies de mariposa se reconocen por la forma y el color de sus alas y por el tamaño de sus antenas. Esta, del orden Lepidoptera, puede ser Tatochila theodiu o Tatochila theodice.
Según la Guía preliminar de insectos de Santafé de Bogotá y sus alrededores, la diversidad de insectos de Colombia refleja su riqueza de especies. Aunque todavía estamos lejos de conocer el número real en el país, se sabe de aproximadamente 30.000 especies, que corresponden tan solo al 3 por ciento de todas las registradas en el mundo