La ganadería, presente en más del 30% del país, solo podría implementarse en el 13,3%. El panorama agrícola es opuesto: el 4,7% tiene cultivos, cuando su área potencial es del 19,3%.
Según el Instituto Geográfico Agustín Codazzi (IGAC), Colombia cuenta con 8 clases de suelos que lo hace un país diverso y rico en este recurso, ya que dependiendo de su vocación y capacidad de uso, se pueden realizar actividades tanto productivas como de conservación.
Juan Antonio Nieto Escalante, Director General del IGAC, elaboró un panorama sobre los suelos que hacen parte de la Nación, y alertó sobre el mal uso que se le ha dado. (Ver también: Colombia, un país con su ordenamiento de suelo por el piso).
De las ocho clases colombianas, la más predominante es la 7, que abarca el 36,1% (41,2 millones de hectáreas). “Son terrenos con un alto grado de vulnerabilidad a degradarse, ya sea por fuertes pendientes, erosión o baja calidad de la tierra; su uso es forestal y de carácter protector, y la ganadería representa todo un atentado ambiental”, dijo Nieto Escalante.
Este tipo de suelo abunda en toda la superficie colombiana, pero sobresale en las zonas bien drenadas de la Amazonia y Orinoquia, en las regiones Andina y Pacífica (como Chocó) y en La Guajira.
Los terrenos intocables para cualquier tipo de producción pertenecen a la clase 8 (12,5% – 14,2 millones de hectáreas), ya que son para la conservación, regulación del agua, protección de la fauna y recreación sostenible. Esta clase está distribuida por todo el país, destacándose en la región Andina, las 2,9 millones de hectáreas de páramos, la Sierra Nevada de Santa Marta y departamentos como Amazonas y Vichada
Foto tomada de: www.presidencia.gov.co
La clase 6, presente en el 26,2% (29,9 millones de hectáreas), está conformada por suelos para actividades forestales y agroforestales, o cultivos densos, semiperennes y perennes, y están en el centro y oriente de la Amazonia, Pacífico y piedemontes Andinos.
La clase 5 (7,4% – 8,4 millones de hectáreas) padece de encharcamientos y pedegrosidad, por lo cual la actividad agropecuaria debe ser temporal; su uso debe tender hacia la conservación. Planicies inundables de la Orinoquia, áreas bajas del Caribe, depresiones del río Magdalena y rondas de los ríos Guaviare, Apaporis, Caquetá, Putumayo, Vaupés y Vichada, hacen parte de este grupo.
La clase 4, en el 12,7% (14,5 millones de hectáreas), agrupa suelos con baja fertilidad y al alto contenido de aluminio de la Altillanura plana, departamentos como Magdalena, Sucre y Córdoba, y algunas zonas de la región Andina. Es apta para usos agrícola y pecuario, pero debido a sus limitantes requieren de prácticas de manejo agropecuarias difíciles de aplicar y mantener.
Imagen tomada de: www.ideam.gov.co/web/siac/catalogo-de-mapas
Las clases 1, 2 y 3 son las más propicias para los desarrollos agrícolas y el ganado controlado. Ocupan el 3,1% (231 mil hectáreas) y están distribuidas en zonas del Caribe y la región Andina (como la Sabana de Bogotá) y los valles internadinos. En estas clases tienen total luz verde los cultivos transitorios, al igual que la ganadería intensiva con pastos de alto rendimiento; solo necesitan prácticas como fertilización, encalamiento, riego y drenaje. (Ver también: Ya son 4 los departamentos con casi la mitad de sus suelos afectados).
Para concluir el funcionario declaró que “el país se ha concentrado en meter ganado a como dé lugar en todo tipo de terrenos, obviando el potencial agrícola y el forestal. Este último podría generar importantes recursos económicos”, puntualizó Nieto Escalante.
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Fuente: Noticias Igac