Investigación de la U. Nacional reveló que al incorporarlo en la dieta de las conocidas moscas de la fruta, estas alcanzaron un peso promedio de producción de 2,51 g.
Foto: Agencia de Noticias UN.
La mosca de la fruta (Drosophila melanogaster) se utiliza como alimento vivo que aporta proteína en la alimentación de peces, aves, reptiles y anfibios. Se requieren entre 500 a 600 g por mes de moscas vivas y 4 kg de sustrato de larvas al mes para alimentar óptimamente entre 260 y 300 ranas o peces.
Durante el cultivo de este insecto, el alimento que consumen es propicio para que algunos hongos colonicen su ambiente y disminuyan su producción.
La más reciente investigación de Elizabeth Mora Ríos, candidata a magíster en Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Palmira, evaluó el poder antifúngico de dos tratamientos con micropolvos de plantas aromáticas.
Normalmente se utilizan fungicidas comerciales como nistatina o ácido propiónico, que pueden generar efectos no deseados en la producción de la mosca.
Según cuenta, el uso de antifúngicos comerciales en la crianza de insectos podría no solo disminuir la producción, sino generar cambios en el ciclo de vida de las especies, residuos en el alimento que será consumido por otros animales, por lo cual se requieren antifúngicos alternos.
Para el estudio se tomó como base una dieta antes evaluada para la alimentación de la mosca de la fruta, compuesta de macerado de banano, harina de trigo, avena y leche en polvo. La dieta se mezcló con micropolvos de tomillo y canela en tres dosis diferentes de inclusión en 70 g de alimento. En total fueron ocho tratamientos: tres con canela, tres con tomillo, uno con fungicida comercial (nistatina) y el último sin aplicar nada en la dieta.
A los ocho tratamientos, distribuidos en 128 recipientes, se inocularon microorganismos (un hongo llamado Aspergillus) que compite con la mosca para determinar quién sobrevive. Una vez las dietas se inocularon con los hongos, las moscas se introdujeron en los recipientes y se garantizaron los parámetros ambientales necesarios para la supervivencia de los individuos: temperatura entre 24-26 °C y humedad relativa de 55 %.
Foto: Agencia de Noticias UN.
Durante el experimento, que se mantuvo durante 30 días, el tomillo presentó valores similares al fungicida comercial en el control del hongo Aspergillus, lo que mostró un crecimiento mínimo de los hongos sin daños significativos en el cultivo de moscas.
La necesidad de incluir antifúngicos alternativos a la dieta de los insectos nace de la contaminación con hongos en las cámaras de propagación de los sustratos para producción de la mosca Drosophila melanogaster. Con base en estos hallazgos, en el Laboratorio de Acuicultura con Énfasis en Peces Ornamentales de la UNAL Sede Palmira se realizó el montaje del experimento antes descrito.
“Los ataques de hongos contaminantes a los sistemas de producción han logrado agresiones tan severas que han originado pérdidas de incluso hasta el 90 % en las unidades de producción”, explica la investigadora Mora.
El diagnóstico inicial de incidencia de hongos contaminantes llega a ser hasta del 50 % en las unidades de producción contaminadas si no son tratadas con un producto comercial.
Seguridad alimentaria
La mosca de la fruta –nombre común que obedece a que se alimenta de frutas en proceso de fermentación como manzanas, naranjas y bananos– es una especie de insecto que se puede criar, transformando los desechos orgánicos en alimentos ricos en proteína.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) recomienda los sistemas de producción de insecto, o producción de proteína de origen alternativo, ya que permitirían reemplazar algunos ingredientes costosos en la alimentación animal, que atentan contra la biodiversidad de las especies y tienen un impacto mayor en la contaminación mundial, como es el caso de los granos y la harina de pescado, utilizados para alimentar animales domésticos.
“El establecimiento de sistemas de producción de insectos, especialmente de moscas, en zoocriaderos, centros de conservación y zoológicos, se ha convertido en una actividad de rutina, por tratarse de un insecto cosmopolita en las formulaciones nutricionales de animales silvestres”, argumenta la investigadora Elizabeth Mora.