Miércoles, 23 Abril 2025

La sexta edición del Global Electricity Review 2025 de Ember, revela un crecimiento acelerado de la energía solar, que se duplicó en apenas tres años y alcanzó un incremento récord del 29 % solo en 2024.

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Por primera vez desde la década de 1940, la electricidad generada a partir de fuentes de baja emisión de carbono, como las renovables y la energía nuclear, superó el 40 % del total mundial. Este hito fue impulsado, sobre todo, por el hecho de que la energía solar fue la fuente de electricidad nueva más importante por tercer año consecutivo, con más de la mitad de este crecimiento concentrado en China, donde cubrió el 81 % del aumento de la demanda eléctrica.

Sin embargo, el informe también advierte sobre desafíos persistentes. Las olas de calor registradas en 2024 dispararon la demanda eléctrica por el uso extendido del aire acondicionado, lo que obligó a un leve repunte en la generación con combustibles fósiles. Esto provocó un nuevo máximo histórico de emisiones del sector eléctrico por 14,6 mil millones de toneladas de CO₂.

El análisis para 2025 proyecta un escenario aún más complejo, donde los sistemas energéticos enfrentan múltiples tensiones simultáneas: conflictos geopolíticos, vulnerabilidad climática, desigualdades estructurales y brechas tecnológicas. Ante este panorama, el World Energy Trilemma Report 2024 del World Energy Council propone un enfoque más amplio, basado en su conocido Trilema Energético, que busca equilibrar seguridad energética, equidad y sostenibilidad ambiental.

Un ejemplo claro de esta tensión se vivió en Europa tras la invasión rusa a Ucrania. Para garantizar su seguridad energética, la región redujo su dependencia del gas ruso, pero a un alto costo: mayores precios para los consumidores y un retroceso temporal hacia el uso del carbón, en detrimento de la sostenibilidad y la equidad.

En regiones como África y América Latina, los retos son distintos. La equidad energética sigue centrada en el acceso básico, mientras que los efectos del cambio climático y las limitaciones de inversión agravan las brechas estructurales. En este contexto, el informe del World Energy Council hace un llamado urgente a fortalecer políticas públicas, incentivos fiscales y alianzas multisectoriales que garanticen una transición verdaderamente justa.

En particular, América Latina enfrenta importantes desafíos de seguridad energética. Aunque países como Brasil han mejorado la diversidad de sus matrices, muchos otros dependen en gran medida de los hidrocarburos y la energía hidroeléctrica, esta última altamente vulnerable a fenómenos como El Niño. De hecho, solo Brasil figura entre los países mejor evaluados en seguridad energética; el resto presenta calificaciones bajas.

A nivel regional, la participación de las energías renovables en la electricidad es significativa, especialmente la hidroeléctrica, lo que convierte a América Latina en la región con menor proporción de fósiles en su matriz eléctrica. No obstante, su matriz energética primaria sigue dependiendo en un 66 % de los combustibles fósiles, lo que revela una desconexión entre la generación eléctrica y el consumo total de energía.

De forma alentadora, 16 países latinoamericanos se han comprometido con metas de emisiones netas cero, un paso importante hacia una mayor sostenibilidad. En este contexto, Colombia se encuentra elaborando su estrategia nacional de hidrógeno, junto a Brasil, Costa Rica y Paraguay​.

Tanto el World Energy Council como Ember coinciden en que la transición energética no puede limitarse a la sustitución de tecnologías. Se requiere una transformación profunda de carácter institucional, social y cultural. El enfoque ya no debe ser exclusivamente centralizado, sino avanzar hacia sistemas energéticos distribuidos, donde el ciudadano, las comunidades locales y los territorios desempeñen un papel activo en la producción, gestión y consumo de energía.

Para ello, es esencial invertir en:

  • Energías renovables accesibles a escala local.
  • Electrificación del transporte y la industria.
  • Digitalización de redes inteligentes para una gestión eficiente y flexible.

Ambos informes coinciden en que la transición energética no puede limitarse a sustituir tecnologías. Debe implicar transformaciones sociales profundas desde nuevas formas de gobernanza energética hasta el empoderamiento comunitario y la formación de capacidades locales.

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