Miércoles, 16 Abril 2025

Por. Cecilia Rodríguez González-Rubio

La empresa de la hidroeléctrica URRÁ parece al contrario del título que tiene dos patas gordas y una flaca. Esta edi­ción de Catorce 6 sobre sostenibilidad y su trípode, que son las dimensiones ambiental, social y económica, trae un análisis sobre esta hidroeléctrica, que da cuenta de inmensas inversiones socia­les y ambientales, pero también de las pérdidas que ha generado hace muchos años desde su existencia. Lo común en las empresas es que la pata gorda sea la de la rentabilidad y las flacas, la social y la ambiental.

Este caso es perfecto para mostrar la gravedad de cualquier desequilibrio y demostrar que el orgullo que producen las inversiones socioambientales que son insostenibles es falso. Las inversiones en las comunidades indígenas y campesi­nas no les han significado mejor calidad de vida ni han contribuido de manera sólida a la protección de la cultura. La sociedad cordobesa sigue dividida en su percepción sobre los indígenas y no existe claridad para avanzar en la con­vergencia de las visiones encontradas ni sobre la intención de las inversiones de URRÁ en esas poblaciones.

Pero el caso de las inversiones ambien­tales no es tan grave. Los municipios de Tierralta, Valencia e Ituango han recibi­do y siguen recibiendo ingresos impor­tantes de la hidroeléctrica, aunque su avance es casi nulo. Corantioquia y CVS también perciben un ingreso y desarro­llan un trabajo que ha sido reconocido y con ellas la empresa ha desarrollado im­portantes programas de reforestación, cuidado de biodiversidad y otros.

Lo más lamentable es la dimensión eco­nómica. En sus últimos diez años de operación, la empresa ha producido más pérdidas que utilidades, triste resultado para semejante esfuerzo.

En el significado de sostenibilidad, con sus tres “patas”, URRÁ no es sosteni­ble. Quizá su diseño original, que pudo  haber sido otro, no contempló los im­pactos ambientales y sociales, así como tampoco los costos, que luego fueron impuestos por la normatividad al respec­to y por decisiones judiciales.

Lo que nace torcido no hay cómo ende­rezarlo. Este es el caso de URRÁ. El go­bierno tendrá que cargar con este activo que contribuye en el avance de unos pocos frentes, como el control de las inundaciones y la generación de ener­gía, pero es un modelo que no puede repetirse.

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