Por. Cecilia Rodríguez González-Rubio
La empresa de la hidroeléctrica URRÁ parece al contrario del título que tiene dos patas gordas y una flaca. Esta edición de Catorce 6 sobre sostenibilidad y su trípode, que son las dimensiones ambiental, social y económica, trae un análisis sobre esta hidroeléctrica, que da cuenta de inmensas inversiones sociales y ambientales, pero también de las pérdidas que ha generado hace muchos años desde su existencia. Lo común en las empresas es que la pata gorda sea la de la rentabilidad y las flacas, la social y la ambiental.
Este caso es perfecto para mostrar la gravedad de cualquier desequilibrio y demostrar que el orgullo que producen las inversiones socioambientales que son insostenibles es falso. Las inversiones en las comunidades indígenas y campesinas no les han significado mejor calidad de vida ni han contribuido de manera sólida a la protección de la cultura. La sociedad cordobesa sigue dividida en su percepción sobre los indígenas y no existe claridad para avanzar en la convergencia de las visiones encontradas ni sobre la intención de las inversiones de URRÁ en esas poblaciones.
Pero el caso de las inversiones ambientales no es tan grave. Los municipios de Tierralta, Valencia e Ituango han recibido y siguen recibiendo ingresos importantes de la hidroeléctrica, aunque su avance es casi nulo. Corantioquia y CVS también perciben un ingreso y desarrollan un trabajo que ha sido reconocido y con ellas la empresa ha desarrollado importantes programas de reforestación, cuidado de biodiversidad y otros.
Lo más lamentable es la dimensión económica. En sus últimos diez años de operación, la empresa ha producido más pérdidas que utilidades, triste resultado para semejante esfuerzo.
En el significado de sostenibilidad, con sus tres “patas”, URRÁ no es sostenible. Quizá su diseño original, que pudo haber sido otro, no contempló los impactos ambientales y sociales, así como tampoco los costos, que luego fueron impuestos por la normatividad al respecto y por decisiones judiciales.
Lo que nace torcido no hay cómo enderezarlo. Este es el caso de URRÁ. El gobierno tendrá que cargar con este activo que contribuye en el avance de unos pocos frentes, como el control de las inundaciones y la generación de energía, pero es un modelo que no puede repetirse.