Miércoles, 16 Abril 2025

Por. Eduardo Chávez López

Todo el que visita Ecuador nota la ebullición de un vecino, orgulloso de sus logros y seguro de sus perspectivas. Al lado de la muy buena infraestructura que aparece en todo el territorio ecuatoriano, se percibe una sociedad que genuinamente está incorporando en múltiples dimensiones la variable de la sostenibilidad ambiental en sus elementos esenciales.

Así como se les siente el orgullo a los ecuatorianos cuando muestran la calidad de sus vías y aeropuertos, así también se les nota entusiasmo cuando hablan de las ventajas ambientales de sus proyectos. Y no es para menos; han construído un aeropuerto que es pionero mundial en materia de sostenibilidad ambiental en la Isla de Baltra (Galápagos), mientras en toda su geografía hay variedad de paquetes ecoturísticos que conjugan la hospitalidad propia de ese trato humilde de los Andes con una muestra orgullosa de su pluriculturalidad. Hay una oferta muy variada de bienes y servicios ambientales que se nota aun en el sector formal de la economía y en la educación superior.

El discurso ambiental se manifiesta igual en funcionarios de todos los rangos del palacio de Cardonelet como en humildes vendedores de las playas de Atacames. Llama la atención cómo en todas las regiones existe una apropiación de la población de la iniciativa Yasuní ITT, presentada por el presidente Correa en 2007, ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Ciudadanos humildes y académicos hablan del compromiso de Ecuador de mantener indefinidamente inexplotadas las reservas de petróleo en el campo ITT (IshpingoTambococha-Tiputini) si la comunidad internacional contribuye al menos con 3600 millones de dólares. Tales reservas equivalen al 20 % de las reservas totales del país y están en el subsuelo del Parque Nacional Yasuní en la Amazonía. La suma corresponde al 50 % de los recursos que el gobierno calcula recibiría en caso de optar por la explotación petrolera.

Es un buen síntoma el mayor protagonismo de la población indígena en actividades de todo tipo. Hoy se les ve incidiendo con mayor vigor que en décadas pasadas en asuntos públicos, en los negocios, en la educación y en la vida cultural. La imagen de indígenas relegados solo para la venta de artesanías en un país con el 78 % de población aborigen hoy es cuestión del pasado.

Durante mucho tiempo los colombianos nos vanagloriábamos de nuestra supremacía en múltiples materias sobre nuestros vecinos del sur, hasta bromeábamos con la expresión “los colosos del norte” cuando nos referíamos a la imagen que tenían los ecuatorianos de nosotros. De esa supremacía hablábamos también en el terreno ambiental: nos referíamos a la calidad técnica, a la solidez de nuestras instituciones, para alimentar ese chovinismo ecologista colombiano. Hoy, la historia es muy diferente y qué bueno que así sea. Con todo lo que está pasando en Ecuador, bien vale la pena fijarse en ese coloso que está surgiendo al sur de nuestras fronteras.

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