Lunes, 14 Abril 2025
Las experiencias de una tienda de alimentos orgánicos y de un cultivador citadino muestran como la comida natural y su origen contribuyen con el bienestar y la conexión con la naturaleza.
demain 600Crédito foto: Prensa, película Demain

A Ecosavia, una tienda ubicada en la zona del Park Way de Bogotá, todos los días llegan clientes en búsqueda de medicinas para sus enfermedades. No es una farmacia, es una tienda de alimentos cultivados y procesados de forma natural, limpia, sin pesticidas y en suelos libres de contaminación agroquímica, comida comúnmente conocida como ‘orgánica’.

“Hay unas personas, pacientes de médicos que son muy específicos y les dicen que su salud puede mejorar si cambian su alimentación, y que hay una serie de tiendas con un concepto y alimentos que los pueden ayudar”, dice Iván Infante, psicólogo y fundador del pequeño comercio y quien está allí de tiempo completo para atender a los clientes.

Su esposa es Luz Rodríguez, ingeniera química y dedicada al desarrollo de productos, quien cuenta casos de personas que van frecuentemente a la tienda porque necesitan tener la seguridad de que toda su comida haya sido cultivada libre de pesticidas y de organismos genéticamente modificados, porque así lo recetó el médico. “Hay hombres y mujeres que sufren cáncer y desde allí viene la determinación de que tengo que darles un producto responsable porque de eso depende su vida”, dice.

La pareja asegura que desde que empezaron con Ecosavia han visto cómo salen adelante mujeres con enfermedades como la endometriosis, a partir de un cambio radical de su dieta, en la cual  dejan de consumir productos animales para pasarse a los vegetales como la leche de almendras.

“Hay mucho por hacer en tu alimentación”, dice Luz, llena de anécdotas de los clientes frecuentes de su comercio.

Para ellos, la historia de su tienda empezó con un incidente en un almacén de alimentos orgánicos. En su cotidianidad ya eran usuarios de ese mercado cuando encontraron que los bananos tenían un sello característico de los supermercados y totalmente ajeno al mundo de la comida cultivada de forma natural. “Al preguntar por los sellos me dieron la razón y argumentaron que esos bananos eran lo único allí que no era orgánico. Me sentí engañada y pensé que si tuviera un tema de salud muy crítico esta gente estaría jugando con mi vida”, dice la ingeniera.

Por eso, junto con Iván se convencieron de dejar de comprar a ciegas e ir directo a donde los productores. Empezaron a vender a través de servicios a domicilio y luego montaron la tienda, que ya cumple más de tres años de existencia.

Construcción de confianza, fuente de bienestar

Cuando los dueños de Ecosavia sufrieron el incidente en el mercado supuestamente orgánico se dieron cuenta de la necesidad de establecer una relación de confianza entre productores, vendedores y consumidores. “Las personas a quienes les compramos no necesariamente tienen el dinero para certificarse, pero conocemos sus cultivos, sus procesos y confiamos en ellos”, dice.

Así, la confianza es un aspecto fundamental para quienes consumen y producen este tipo de alimentos. “Saber de dónde vienen te da tranquilidad”, dice Felipe Spath, un antropólogo bogotano de 39 años que vive en La Juanita, una finca ubicada en Guatavita, en las afueras de Bogotá, donde cultiva sus propios alimentos con semillas locales.

Spath convirtió a La Juanita en su proyecto de vida cuando volvió al país hace unos años, luego de un largo viaje de escape de una agobiada carrera profesional en altos cargos corporativos en una cadena de restaurantes, que lo llevó a varias reflexiones sobre su forma de alimentarse. “Llevamos como humanos miles de años comiendo los alimentos que se dan en donde estás y, depronto, en un segundo en la vida del humano, terminamos comiendo cosas del otro lado del mundo que ni sabemos cómo fueron cultivadas”, dice.

El comer lo que él mismo cultiva lo ha llevado a sentir bienestar y a pensar de forma profunda en su relación con la comida y la naturaleza. “Definitivamente estos alimentos te caen mejor. Cuando tienes tu huerta, no tienes que usar la lechuga completa como la compras en el supermercado, sino que solamente le sacas la hoja que necesitas para la ensalada. Siempre está fresca”.

Para Spath, cultivar es beneficioso en varios sentidos, como el de restablecer la conexión con la naturaleza. “Hay gente que puede pasar años sin tocar la tierra. Al sembrar estás todo el tiempo con la mano en ella”, dice. También habla de la siembra como un ejercicio de humildad y serenidad, pues por más controladores que puedan llegar a ser los humanos, los tiempos de crecimiento y cosecha de los alimentos son ajenos a su voluntad.

"En la ciudad uno se acostumbra a que las cosas se hacen en los tiempos que uno quiera y como quiera. Aquí botas una semilla y no va a crecer más rápido porque tú se lo digas. Está madura cuando debe madurar”, asegura y explica cómo el proceso de cultivar le muestra al hombre su conexión con los ciclos de la naturaleza.

Con las reflexiones de Felipe concuerdan Luz e Iván de Ecosavia, quienes explican cómo han comprendido la importancia de consumir lo local y han entendido la relación de la tierra y sus estaciones.

“La tierra nos da lo que necesitamos en la zona en la que vivimos. Algo tan sencillo como entender que la coca se da en la región andina, donde muchas personas tienen problemas para respirar”, explica Luz. “Lo que se da aquí cerca es para nosotros y eso ya lo entendían los ancestros. Saber qué planta sirve para tratar qué, porque está cerca de nosotros”.

Para ellos, respetar la estacionalidad de las cosechas brinda un aprendizaje de una alimentación sana, de salirse de la posibilidad de tenerlo todo a la mano todo el tiempo para consumir lo que la tierra ofrece en el lugar de residencia. “De comprender que si en este momento no se da es porque la naturaleza me da otras cosas y eso me permite buscar otras opciones, salir de lo mismo, y entender que hay unas razones para que los alimentos crezcan en unas zonas y en otras no”, concluye la ingeniera química.

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Aumenta el consumo de comida orgánica y crecen sus ganancias.

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 Comer alimentos orgánicos puede contribuir a reducir el riesgo de cáncer, especialmente el linfoma.
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