Lunes, 14 Abril 2025
Columnistas Invitados

¡O sancta simplicitas!

Escrito por Germán Camargo

Columnista Germán

En algún pasaje de una novela que olvidó, un sacerdote le explica a otro, más ingenuo, su método para recuperar la fe y las finanzas en las parroquias que le encomiendan, dejándolas luego henchidas de fervor y denarios y reemplazadas capillitas miserables por lustrosas catedrales. Es menester, le explica, hacer que alguien encuentre una virgen. Basta una mancha confusa en una piedra o una pintura modesta en alguna gruta. El resto rueda solo con la fuerza de lo que las buenas gentes anhelan creer. Empiezan de súbito a menudear los milagros. Se publican fotos de especies raras de Chingaza aunque la reserva esté en Suba. La reserva se llena de humedales y bosques fotografiados en las áreas protegidas vecinas. Los charcos del último aguacero se convierten en aguas subterráneas. Las mariposas de los Cerros se “adaptan” al humedal. Los hechos más comunes se convierten en sobrenaturales: las zarigüeyas merodeadoras seculares de las fincas y suburbios aparecen sublimadas en megafauna del antropoceno. Se ven señales en el cielo; las aves migratorias que bendicen los antejardines cachacos desde los tiempos del ruido de repente aparecen todas congregadas en el lugar del prodigio. Se promueven linchamientos en las redes sociales contra cualquier contradictor. Y se construyen famas instantáneas a lomos de la grey sedienta de pastor. Los teólogos cautos acostumbran no perturbar estos auges de la fe popular. Autoridades científicas prudentemente callan o se aprontan a beatificar lo que les traigan. Con el tiempo puede ser que un paraje anodino se convierta en lugar de peregrinación. Con los caudalosos diezmos de los fieles se construirán los santuarios allí donde se los imaginaron. Y algún papa de paso se arrodillará a besar sus gradas; como toca. Entonces se habrá consumado el milagro. Quién lo niega.

¿Es este el papel de la ciencia? Muchos amigos opinan en privado que no es un tema de rigor científico sino del valor que tiene la reserva para aglutinar a ciudadanos antes indiferentes, en torno a una “causa”. Unas cuantas mentiras piadosas son válidas y hasta encomiables si sirven a movilizar la ciudadanía en pro de la conservación.

Es posible. Por el momento esta virgen de artificio ya le ha devuelto la vista a muchos respecto a la riqueza natural que existe aún en la Sabana. Entre tanto, pocos piensan en cuánto le puede costar a Bogotá este milagro y lo que servirían estos recursos para recuperar los humedales o devolverle los Cerros Orientales a la ciudadanía. A pocos preocupa que se siente otro antecedente de manipulación ideológica de la ecología y se haga demagogia a costa de la sensibilidad desinformada de la mayoría.

O que se promueva la división irreconciliable entre ciudad o Naturaleza. Que, al final, es lo que está en juego. El conservacionismo se aproxima peligrosamente a la defensa del vacío o la ilusión de la ausencia. En muchas partes en Colombia se impulsa la compra de predios y el desplazamiento de comunidades en pro de una idea de conservación que excluye lo humano. Varios municipios colombianos reinventan entusiastas los cinturones verdes contra el crecimiento urbano, que son un fracaso documentado en los libros de texto del urbanismo desde el Siglo XVIII.

Las ciudades son cada vez más parte del planeta y la Naturaleza debe ser, cada vez más, parte de ellas. Las ciudades necesitan bosques y no solo parques; áreas naturales en los bordes y en medio de la ciudad, cuya forma y tamaño inviten a disfrutar del contacto y el conocimiento de la Naturaleza sin temor. Porque no hay conexión ecológica más importante que la que se construye en la infancia con el bosque y el agua. Sería bello que a pocas cuadras de casa hubiera un bosque y una quebrada. Y sería más bello, aun, que esto lo pudiéramos decir todos y no unos pocos privilegiados. Se puede. Depende de la forma y el tamaño que se dé a cada área natural dentro de la ciudad.

Pensar con claridad e independencia deja siempre en poca compañía y caminos escarpados; cuando no termina exponiéndolo a uno al furor de los nuevos conversos. Pero el día que el ambientalismo sea oficialmente una religión, será una más de las muchas que tengo el gusto de no practicar. Sobre todo si es otra más que viene a separar al hombre de la Naturaleza.

Columnistas Invitados

¿Politizar o despolitizar las discusiones ambientales?

Rossi
Por: Esteban Rossi PhD.
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En las últimas tres décadas, los problemas ambientales, particularmente el cambio climático, se han convertido en causas políticas. Mientras los partidos de tipo liberal insisten en la urgencia del cambio climático, los partidos conservadores señalan que el cambio climático es menos grave de lo que se piensa y advierten que las políticas ambientales perjudican a los menos favorecidos[1]. Hasta el momento el debate ha generado confusión entre el público y retrasado la implementación de políticas eficaces[2]. Por consiguiente, los interesados en el medio ambiente debemos revisar si vale la pena continuar con la discusión de esta forma, o si conviene orientarla mejor.

Es fácil imaginar las razones para politizar los problemas ambientales. La experiencia histórica muestra como lucha política ha permitido avanzar en áreas como la educación y la salud. Asimismo, mediante la lucha política diversas comunidades rurales lograron recuperar el control de sus territorios ancestrales. Luego es posible suponer que la vía política podría permitirnos abordar el cambio climático. Sin embargo, este fenómeno presenta características muy particulares, por lo que requiere un abordaje diferente. Veamos algunos ejemplos.

En Estados Unidos, caso más desafortunado de la politización del cambio climático lo protagonizo el vicepresidente Al Gore. Este líder demócrata recibió un premio Oscar por su documental “An Inconvenient Truth” que fue presentado alrededor del mundo miles de veces[3]. En el año 2006, el vicepresidente Gore aseguraba que la humanidad ya contaba con la tecnología necesaria para enfrentar el cambio climático y que si no se tomaban medidas urgentes los daños serian irreparables. Con el paso del tiempo se hizo evidente que las tecnologías para la producción de energía renovable no estaban listas y que las predicciones catastróficas que anticipaba el documental no ocurrieron. Posteriormente, tanto los liberales como los ambientalistas se alejaron de Gore. La lección para los ambientalistas fue clara: exagerar la magnitud de los riesgos es contraproducente.

El segundo ejemplo proviene del expresidente norteamericano Barack Obama. En 2009, Obama trato de establecer un mercado de carbono aprovechando la mayoría demócrata en el congreso. La ley de “Cap and Trade”, buscaba crear un mercado de emisiones de carbono en Norteamérica y generar inmensos recursos para actividades de adaptación, mitigación y conservación. Como sabemos, la ley fracaso de forma espectacular
[4]. Hasta la fecha los mercados de carbono continúan siendo iniciativas pequeñas y muy controversiales. El esfuerzo de Obama y los demócratas puso en evidencia los factores económicos y tecnológicos de dificultan la sustitución de los combustibles fósiles y nos enseñó que no es posible enfrentar el cambio climático por la vía legislativa.

En Colombia las discusiones ambientales también han sido politizadas. Por un lado, algunos grupos ambientalistas se dedican casi exclusivamente a la denuncia y son incapaces de construir acuerdos con el estado o el sector privado. Por otra parte, la violencia contra los movimientos indígenas y campesinos, luego de los acuerdos de paz, causa dolor y preocupación a todos los niveles de la sociedad. En conjunto, esta combinación de factores resulta en una mayor polarización.

Por tanto, es tiempo de abordar el desafío del clima de una mejor forma. Primero, es fundamental despolitizar la discusión y evitar los mensajes alarmistas. Segundo, debemos acelerar la transición hacia fuentes de energía más limpias.

La transición energética consiste en reemplazar gradualmente fuentes de energía contaminantes por fuentes más limpias. Para acelerar este proceso debemos lograr que la energía limpia sea más barata que la energía convencional. Esta es la principal razón por la cual el gas natural sustituyó al carbón. Este proceso de cambio en la matriz energética ha venido ocurriendo desde la revolución industrial[5], pero como muestra la figura, el proceso requiere de varias décadas[6].

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                           Cambios en la composición de la energía primaria global (1850-2025). Modificado de Dangerman y Schellnhuber, 2013. PNAS.

La figura muestra el proceso global de sustitución de las fuentes de energía primaria desde 1850 hasta el presente. Primero la biomasa (leña) fue sustituida por el carbón. Luego, el carbón fue sustituido (parcialmente) por el petróleo y el gas natural. En el futuro, esperamos que las energías renovables sustituyan a los combustibles fósiles.

Sin embargo, debemos recordar que acelerar la transición energética requiere inversiones sostenidas para el desarrollo de tecnologías para la producción y almacenamiento de energía. Asimismo, la transición depende de un eficaz liderazgo político que pueda alinear los incentivos para que actores públicos y privados colaboren en la modernización de la matriz. Vale la pena recordar que el liderazgo político consiste en inspirar a las personas y no en asustarlas.

Por último, una transición donde la totalidad de la población tenga acceso a energía traerá enormes beneficios sociales y económicos. Por tanto, facilitar el proceso debe ser prioridad para los gobiernos, el sector privado y los ambientalistas.

Referencias

[1] Jim Inhofe, 2012. The Greatest Hoax: How the Global Warming Conspiracy Threatens Your Future.

[2] Mike Hulme. 2009. Why we disagree about climate change. Resumen.

[3] Al Gore, 2006. An inconvenient truth.   

[4] Proyecto de Ley: American clean energy and security act. Ver también: the story of cap and trade, critica de los costos del proyecto de ley: Cap and Trade.

[5] Vaclav Smil. 2010. Energy Transitions.

[6] Dangerman J. and H. J. Schellnhuber, 2013. Energy systems transformation. PNAS: E549–E558.



 
Editorial

Desideologizar el medio ambiente

Eduardo200
Por Eduardo Chávez López
Director de Catorce6

La ideologización del debate ambiental ha cobrado en el planeta su principal víctima. Se expresa en los gobiernos locales y nacionales, en el activismo, en la política y aún en la academia. Hay temas urgentes que tomadores de decisiones prefieren no abordar, pues creen que con una posición diferente estarían fortaleciendo la tendencia ideológica contraria.

Expertos en materias como calidad de aire en el  caso de Eduardo Behrentz o biodiversidad como Brigitte Baptiste y Gonzalo Andrade, han sufrido el tránsito de la adulación al matoneo en cuestión de días. Sucedió cuando sus reflexiones coincidieron y dejaron de coincidir con el discurso activista o decisiones de gobierno.

Hemos visto a Behrentz citado y descalificado por funcionarios de las dos últimas administraciones de Bogotá, según la coincidencia de sus opiniones con las decisiones que han tomado sobre emergencia ambiental o transporte público. Lo mismo ha sucedido con Baptiste, cuando se atrevió a hablar de sostenibilidad e industria en casos como la minera. También pasó con Andrade cuando la comisión de expertos sobre fracking, de la que hizo parte, entregó sus conclusiones recomendando -entre otras- un piloto experimental sobre esa práctica.

La ideologización busca a toda costa la crucifixión de un sector de la sociedad. Ella ha impedido que se incorpore responsablemente la información, la evidencia científica y el conocimiento a la discusión pública o a las decisiones de líderes, funcionarios o directivos de empresa.

Muchos militantes de izquierda han hecho de las banderas ambientales su propiedad privada. De otra parte, muchos expertos ambientales prefieren ausentarse de los debates para evitar desgastes; así se han venido aplazando discusiones sobre problemáticas de extrema gravedad que no dan espera. Un solo ejemplo son los vertimientos inadecuados que hogares, negocios e industrias hacen al alcantarillado de nuestras ciudades.

Efectivamente en sólo Bogotá, durante el último año, la Empresa de Acueducto y Alcantarillado ha tenido que atender 9.300 emergencias (25 diarias en promedio) y gastar más de 4.400 millones de pesos para retirar las bolas de grasa que se solidifican en las alcantarillas de la ciudad. Todos los días las redes de alcantarillado se colmatan en zonas cercanas a restaurantes, centros comerciales o zonas industriales. Así fue muriendo el Río Bogotá; así agonizan el Río Cauca y el Río Suárez, en consecuencia se enferma gravemente el Río Magdalena.

Problemáticas como la anterior obligan a la revisión de hábitos de consumo, de producción y de formas de gestión pública; es decir, deberían estar en el primer lugar de la agenda local y nacional. Pero no está sucediendo de esta manera seguramente porque tal debate no permite crucificar al enemigo económico o político predeterminado.

Los mismos que se rasgan las vestiduras hablando de la protección de nuestras fuentes hídricas, poco hacen para evitar que estemos disputando el campeonato de ríos sucios del hemisferio.

No cabe duda que una de las prioridades ambientales del momento consiste en asumir tales discusiones sin ideología de por medio.

Editorial

El Desafío de los Jueces con el conocimiento ambiental

CECILIA200
Por Cecilia Rodríguez González-Rubio

Presidenta de Catorce6

La fantasía y el catastrofismo son dos fenómenos que en lo ambiental hoy dominan la opinión pública.

El primero tiene al mundo virtual como gran aupador de hechos fantásticos. La vida que llevamos está mediada por la tecnología y en consecuencia la que allí disfrutamos es cada vez más lejana a nuestra cotidianidad real. Más aún, sobre los jóvenes es creciente el número de textos académicos sobre cómo ayudarlos a integrar su vida virtual con la real. El estilo de vida en las ciudades nos ha alejado de la fauna y la naturaleza y solo tenemos los textos educativos de la secundaria para entenderlas, cuando no somos especialistas.

Así todo ha facilitado que creemos en nuestras mentes un mundo especial sobre la naturaleza y que incluso le demos más importancia a los animales que al resto de las especies, ecosistemas y dinámicas del planeta. Los ciclos biológicos, al una especie alimentarse de la otra, cada vez resultan más ininteligibles porque estos actos se consideran hoy muy violentos. La humanización de los animales, entenderlos a partir de nuestra misma naturaleza humana, está causandoles daños. Sin duda este retrato mental poco corresponde a la realidad y es en general más fantasioso que otra cosa.

El segundo fenómeno, el catastrofismo, ha llegado con la creciente conciencia sobre los gravísimos impactos de nuestro estilo de vida hoy en el planeta. La forma en que el ser humano fue progresivamente acumulando más conocimiento en un entorno de abundancia de recursos, no le facilitó incorporar criterios responsables ni imaginarse un mundo sin ellos. Estos impactos en el planeta dejan muchas dudas sobre el futuro de las nuevas generaciones lo que requiere acciones urgentes.

Pero el catastrofismo no está contribuyendo a un ambiente de creación de soluciones y de modificación de rutas, sino de confrontación. Un estado interior pesimista se basa en sentimientos y en percepciones que ya no sabemos como se nos conformaron, lo que intensifica la energía con la cual confrontamos porque aleja la razón. Destruir siempre es más fácil que construir.

Una opinión pública entre el catastrofismo y lo fantástico afecta gravemente al debate ambiental porque aleja las soluciones. Le reduce el nivel, frustra a los académicos, desvía a funcionarios públicos y desorienta jueces.

A los ciudadanos nos queda bien creer lo que queramos, pero a los funcionarios públicos y a los jueces no.

Actual

Falleció el profesor Gonzalo Palomino, conocido como uno de los primeros ambientalistas colombianos

En el año 2011 fue reconocido con el galardón al “Colombiano Ejemplar” por su trabajo como ingeniero y en defensa de los recursos naturales.